Un cronopio, en su estado más natural, pensó en la extrañeza
de los famas. Tan meticulosos, tan discretos, tan puestos en sí que daban asco…
pero propio. El cronopio se sentó, preparó un expreso que sirvió con 3
cucharadas de café molido previamente medidas, de igual forma el azúcar. Sirvió
leche en un vaso aparte, pasó por medio del desorden que era su casa, la cual
compartia con 5 cronopios. Llegó a la sala y se sentó a leer, sin embargo, no
se pudo concentrar. Sirvió leche en su café la cual se derramo. No le importo,
le gustaba que pasara eso. Entonces, siguió
pensando en el infortunio de los famas, tan estrictos, tan monótonos. Arrancó
una de las hojas y el reloj marco las 3, como siempre se puso a ordenar su casa
pues los otros cronopios siempre mandaban sobre él, lavando pensó ahora en la
desdicha de los esperanzas, sin carácter, dejándose llevar por todo y por nada.
Termino y salió a caminar porque se le antojó, sintió el fresco aire en su
rostro, suspiro, sonrio y se sintió feliz de ser un cronopio.
Cristian Torres.
Gracias por tu cronopio.
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