sábado, 17 de octubre de 2020



Por: Camilo Andrés Gómez Mora 

Entender, interconectar, ser un autómata viviendo el sueño programado de estar consciente. Quedar famélico e inexpresivo frente a una realidad donde el calor, el frio, los olores fétidos y agradables son las cosas más primarias e intensas de existir. Leer con los ánimos del mero seso científico, del mero pensamiento elucubrador de ideas, sin entender que comprender siempre será un asunto que atañe a la incertidumbre, comprender encierra ese, a veces terrorífico, a veces confortable, no saber, no poder predecir. Por eso el abrazar las palabras, saborearlas de manera intensa, cuando un caudal de vitalidad recorre la espalda y termina por rebosarse en una lagrima, o una carcajada. He ahí la necesidad primordial de la idea vivida, que recobra sentido no solo en un entendimiento conceptual y cerebral, sino en una compresión afectiva de la cual comprender y pensar es sinónimo también de sentir. 

Más que concentrarme propiamente en uno de los cronopios para escribir esto, quise centrarme en una sensación que tuve al leer este tipo de texto al cual no estoy tan acostumbrado. Al ser de alguna manera más narrativo, se requiere seguir una lectura no tan mecánica, como suele ser en algunos de los textos de filosofía y pedagogía. No quiero decir que siempre sea mecánica, pero el hecho de estar siempre pendientes de las interconexiones conceptuales, o preguntándose “¿qué tan ávida es nuestra lectura?” o “¿Qué tan coherente es nuestro entendimiento acerca de tal texto?” nos olvidamos precisamente de una de las cosas más importantes y es cómo eso nos llega, cómo nos hace sentir. Saber que las lecturas que estudiamos las codificamos de manera distinta, ya no es propiamente el pensamiento puro del autor/a extraído por nosotros, sino que esa explicación esta mediada por el estado de ánimo en el cual nos encontramos en ese momento, también por la tradición cultural que nos antecede y nos procede, etc. Por lo cual el acto de comprender el texto, o también el contexto no puede ser algo idealizado en el supuesto de una abstracción, sino que en vez de preocuparnos en un primer momento por extraer las ideas importantes, y entender la generalidad del texto, es comprender cómo nos hace situarnos a nosotros y sentirnos, para que la lectura sea más provechosa y no se queda famélica, sin emotividad, sin afecto.

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