Extravío necesario
Era un viaje inesperado: sólo pasajes y generosidad, la generosidad propia de los poetas. Con maletas llenas de ilusiones perdidas, había que transitar en el Rojito urbano y llegar al terminal del malestar.
Ya una vez comprados los tiquetes sólo quedaba esperar, leyendo muertos ilustres mientras los restos de los descompuestos cuerpos viajantes devoraban basuras atómicas y astrales.
Rotundamente encorvado y con un cabello en creces, Betanko despedía en el baño del ómnibus Magdalena, arcoíris surcados por bebidas arcaicas que se pueden multiplicar y anís. Sus ligeras alitas lo mantenían estable mientras el líquido soporífero, multicolor y multiforme se derramaba sin clemencia. El color de su piel se mantenía rojo, encendido y llameante. El Rocanrol seguía disipando las penas y los dolores. Palabras rítmicas perturbaban los sueños de las sillas azules y manchadas. Pereira estaba cerca y el alcohol sólo la acercaba más.
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