martes, 23 de junio de 2020




















CORONOPIOS
                                                                                                                                Por:  Nicolás López
Gran extensión de este planeta está ocupada por estos extraños seres. Es un majestuoso cuerpo celeste que tiene las condiciones para albergar vida y alimentarla en su diversidad. Gigantescos mares, cristalinas cascadas, selvas inmensas, profundas junglas… Imponentes, voraces e invasivas ciudades levantadas por millones de estos extraños seres, a costa de la muerte, el sufrimiento, la extracción exacerbada y dañina de recursos naturales. Los seres de los que hablo son los Coronopios. No sé con exactitud qué tan antigua es su existencia, ni como sus rasgos fisiológicos y sociales se relacionen evolutivamente con sociedades de otras especies. Pero son animales bípedos, de postura erguida y uso del lenguaje, tienen piernas cortas en comparación a sus largos brazos. Su cabeza es de admirar por todas las cosas que son capaces de hacer pero su aspecto es repulsivo. Se sabe por escritos muy antiguos y valiosos para los Coronopios que hace billones de años existió un planeta con condiciones atmosféricas y geográficas similares a este. Desapareció, según se sabe, por varias razones. La más conocida es la existencia dañina de la especie humana en la tierra, los humanos fueron la causa de su propia aniquilación. Para mi es aterrador ver los bucles que se producen en lugares en los que aparece la razón calculadora de la ciencia y el ímpetu discursivo de la reflexión. Los Coronopios son animales inteligentes con manos hábiles para las artes, el cuidado y el trabajo, pero esas mismas manos con capaces de causar dolor, destrucción y daño. Esos seres en los que resulta la mezcla del lenguaje, habilidades motoras superiores y la vida en comunidad son capaces de dañar, crear, robar, entregar, asesinar, curar, producir-consumir, producir-consumir, producir-consumir. Dañan más de lo que crean, roban más de lo que entregan, asesinan más de lo que curan.  Producir-consumir. Producen y consumen basura en dimensiones aterradoras. Se comportan como parásitos: intoxican el flujo vital del planeta, crecen y se asientan en lugares que conservaban su riqueza natural porque aún no había sido invadido por sus alientos de expansión. Los lugares a los que llegan se van volviendo grises, y se oscurecen hasta que se apaga la luz de la vida en ellos, sus grandes ciudades expiden un toxico humo. Se ven esas grandes creaciones de vidrio y concreto exhalando putrefacción. El Coronopio seca los mares, enturbia las cascadas, aniquila la diversidad, arrasa bosques y junglas con sus gigantescas maquinas, y luego hace inmensos criaderos de animales que luego devora para su satisfacción vanidosa, trata otros seres vivos como fuente de cruel mercado. Extrae la vida de las montañas, rompe, tumba, perfora. Llega con sus redes tecnológicas al interior de este organismo celeste y empieza a chupar de él, como sanguijuela. Organizan comunidades y crece el odio por otros individuos de su misma especie. Buscan imponer de forma violenta aquello en lo que creen y no soportan que alguien intente rebatir los ideales imperantes de su comunidad. Les encanta consumir sustancias que también intoxican sus propios cuerpos y hacer grandes mercados para distribuir estas sustancias, aunque es sus discursos de la forma más hipócrita se condene ese modo del consumo como ilegal. Se inventaron las leyes para pervertirlas y se alejan de la dignidad y el buen vivir en sus comportamientos cotidianos. Son envidiosos y egoístas, en su comportamiento normalizado no se encuentra la solidaridad, y cuando hacen una obra buena por alguien más no pueden evitar cobrar el favor recibido. Han creado redes de información que parecieran programar sus mentes para volverlos seres manipulables e ignorantes, y los grandes sistemas de producción han llevado a la imposibilidad de vivir sin consumir mientras destruyen su entorno. Su aspecto refleja su ser interno, son desagradables, su cabeza horrible impide que aun cuando sean tan inteligentes se puedan ignorar los rasgos repulsivos de su existencia. Su piel es babosa y tiene unos pequeños tentáculos colgando del rostro, sus parpados son alargados y su boca esta escurrida hacía la barbilla. Los Coronopios son el testimonio vivo de las especies condenadas por su propia inteligencia y maldad. Me miro al espejo y siento repulsión, es inevitable que mi rostro refleje el ser que estoy condenado a ser, no quiero ser un Coronopio, no soporto más vivir como un Coronopio.    

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