Crónica
para dormir en un sofá
Por: Juan Pablo Villamil Botero
Un día cualquiera de un año especifico Pater se despertó más calvo. En un minuto claro de esa mañana Pater decidió no contar los cabellos delgados de su cabeza. En un segundo determinado de ese minuto Pater sintió los tejidos de su cerebro latir. En una milésima de ese segundo los latidos nublaron la respiración.
En una pared tan blanca como el rabo de un conejo un
reloj marca cualquier número. Fama se acerca y limpia la blancura, como si le
limpiara el culo al conejo con pañitos de bebé. Fama recibirá una llamada
cuando el reloj indique algún número que no sea el dígito que marca ahora. Por el
momento Fama posa sus nalgas en una de las cuatro almohadas que decoran su
edredón, abre un libro de Cortazar y lo lee con un resaltador en la mano.
El tiempo de Pater es el golpe de lo agónico; el tiempo de Fama combina con sus cuadros.
Caminando angustiado y descalzo por un piso rocoso Pater espera en el teléfono; Fama limpia sus anteojos y ante la sorpresa del timbre vuelca las gafas sobre su piso laminado. Una conversación corta en un día eterno, un choque de trenes en un móvil o la finalidad última del dialogo; un cambalache de emociones. Con su acento aburguesado Fama ensaya una técnica tántrica de oriente; los ojos de Pater vibran al son del segundero de Fama. Sus lentes en el suelo almacenan mugre, mientras que su oído izquierdo oye el reloj como si se afilará un cuchillo; mientras que su oído derecho oye un sistema nervioso apuñalado.
La comunicación logró compartir el tiempo; un taxi se encamina a compartir el espacio.
El encuentro fue deseado por Pater e incómodo para Fama. La mano delicada de Fama se posa firmemente sobre el cuello de su compañero; las manos ásperas y gruesas de Pater caen como un pétalo en la espalda de su ahora compañía. Con la boca seca se les escapa un suspiro acampanado. Tertulian como amigos en un mismo espacio y en un mismo tiempo. La serotonina se regula, el ambiente se aligera, el sueño llega danzando en el ambiente. Cualquier día debe de acabar y un día cualquiera estaba por finalizar. Pater se recuesta sobre la única cama del pequeño lugar, en donde apenas cabía un gato y un humano. Fama con una cobija se sienta en un sofá que parece sacado de un basurero. Espera que Pater caída sobre su cama como una bolsa de harina. Y allí, en el conticinio lúgubre que emula un entierro, Pater sonríe durmiendo en su cama; Fama solloza durmiendo en el sofá.
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