martes, 23 de junio de 2020



CronoPropio: memoria

Soy lenguaje, Soy experiencia,  Soy memoria, Soy olvido…

Por: Camila Andrea Parra Hernández

No puedo evadir mi existencia.
Shakespeare

Me cuesta recordar ciertos aspectos de mi vida, a decir verdad, creo que los he olvidado, por más que intento traerlos al presente no son claros. De vez en cuando, aparecen pequeños fragmentos sobre cosas que ya he experimentado, quizá su detonante sea un pequeño objeto, una palabra aleatoria o cualquier cosa que me permita asociarlo. Ciertamente no puedo negar el malestar que me provocan esas irrupciones, mi solución inmediata al pequeño dilema mental es dejarlo de lado. Siempre me he repetido: “son nimiedades, hay cosas más importantes en que centrar tu atención”, lo irónico es que nunca hay nada en que pensar. Solamente me limitaba a ejecutar diferentes acciones que me eran exigidas por una autoridad materna, para no padecer su ira en mi piel.

Suelen decirme que soy alguien muy pesimista en muchos aspectos, además de tímida y demasiado callada. Me piden constantemente que cambie el gesto de mi rostro, fruncido, o mal mirado. Me exigen usar bien la cuchara, en un pequeño espacio de cuatro paredes pintadas del verde más feo que he visto me encierran. Me piden que sonría para fotos que no se guardaran para la posteridad, yo hago caso y muestro los dientes al lente. Me exigen que no me mueva ni una pestaña, estoy en un cuarto hecho de porcelana, lleno de tierra, hueso, cuarzo, grafito, yo que sé. 

A veces no me doy cuenta de la cantidad de horas que paso mirando hacia afuera, mientras estoy encerrada miro por la ventana a diferentes personas pasar, percató que algunas de ellas fingen reír y otras solo pueden intentar no llorar. Adentro no hay nada que mirar. Suelo estar callada por días, y eso les molesta a los adultos, podría pasar como catre viejo abandonado en el rincón de una habitación. Algunos de ellos suelen preguntar de vez en cuando ¿qué pasa? Yo no puedo responder, porque ni yo sé qué pasa.

En mi cabeza aun retumba mi infancia, Shh, ¡tú no sabes nada! Shhh, ¡tú no entiendes nada! Shhhh, ¡no puedes contar nada! Shhhhh, ¡no escuches! Shhhhhh, ¡no hables, cierra la boca!  Shhhhhhh. ¡cierra los ojos! Shhhhhhhh, ¡aquí no pasó nada! Shhhhhhhhh, ¡deja de respirar! Shhhhhhhhhh, ¡deja de sentir! Shhhhhhhhhhhh.

El silencio me enseño que era más sencillo decir y hacer lo que deseaban. Siempre pensé: “solo es un momento, al fin y al cabo, pronto acabará”. Lo más trágico de todo es que nunca acabó, todo vuelve una y otra vez, y en cada ocasión con más fuerza. No estoy segura de cuantas veces fingí que nada pasaba, ni tampoco del momento en que dejé de respirar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario