lunes, 29 de junio de 2020

Cronopropio: Prisma de Asthalgard


Cronopropio: Prisma de Asthalgard
Wendy Paola Rodríguez


En tiempos de la brillante Asthalgard, el Libro de los sueños perdidos escribía una historia en el camino defectuoso de Prisma, la hechicera que en vano intentaba teñir de color los blancos muros de la ciudad; mientras que los altos faros del lugar lo absorbían todo en la espesura total de la luz eterna que alimentaba estas tierras sin descanso, tierras del desvelo. Asthalgard se movía rápido en los avances tecnológicos y el paso del tiempo era casi imperceptible; las preocupaciones de su gente correspondían al temor a la penumbra que pudiere obligar a detener el espíritu abatido de su tradición.
Prisma había huido desde siempre afuera de las murallas para aprender a sentir los ecos de la luz que alcanzaban a acariciar los alrededores, aprender a transformarlos en formas independientes de colores entremezclados que podían dar vida lo que en la ciudad sólo era un haz blanco e impenetrable. Afuera en el oscuro borde de la laguna podía liberar los vapores coloridos que lograba descargar de algunos destellos de cualquier carbón, de cualquier fuego. Prisma podía entender el sentimiento del color en el dialogo corpóreo con la luz que había enceguecido por años a toda la población.
Finalmente, la albina Asthalgard no parecía cambiar, siempre inocua. Así que, en momentos cortos cuando los otros ciegos pasaban a su lado, Prisma lanzaba nubes de color para despertar sensaciones en los demás; y en su afán por liberar a todos de aquella maldición, visitó la corte de los hechiceros que resguardaba el Libro de los sueños perdidos: el registro de todas las formas conocidas de luz en Asthalgard.
Prisma no encontró nada, la voz del libro retumbaba sin describir de forma suficiente lo que ella había encontrado y, aunque ella misma quiso explicarlo fue insuficiente también para sí. Asthalgard, cargada de una eterna luminosidad no comprendía el poder que en sus manos podía ser más que un infinito ciclo enceguecedor y Prisma tampoco, sólo sentía.
Así pues, Prisma fue examinada y evaluada como defectuosa; expertos de la luz compararon sus bibliotecas para delimitar las conjunciones posibles de color y desaprobaron los vapores que Prisma lograba emanar. Por años, Asthalgard parecia acercarse a Prisma en los rituales con los que los hechiceros daban vitalidad a la luz de la ciudad; pero era una larga distancia que mostraba a Asthalgard arrogante y vehemente.
Entre más alumbraba Asthalgard en su blanquecina eterna; más se marchitaba Prisma en sus ansias de develar la fuerza vital de esta. El ultimo rito de Asthalgard celebro los vapores de color que Prisma desato sobre su gente, se despidió para dejarles levitar en el éxtasis de su último aliento y se marchó con el Libro de los sueños perdidos en su poder. No sabemos nada de espumas coloridas ni de más luces que las que podemos ver, Prisma ahora escribe sin terminar de entender, sin lograr explicar aún.  

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