martes, 23 de junio de 2020

Cronopropio: Andrés


Por: Camilo Cadena 


El monopolio de la navidad

La navidad es lo más esperado con gran ansiedad por los niños; la comida, los villancicos, la música, la decoración, las vacaciones, pero sobre todo, los regalos, hacen parte de la alegría de un niño por esta festividad. Lo religioso es importante, pero está en un segundo plano para Andrés, lo que nunca se espero es que un juego de monopolio lo hiciera caer en cuenta que estaba solo, o por lo menos, que necesita de otra persona para jugar, habían siete u ocho piezas entre carros, sombreros, gatos, perros, barcos, según se le diera la gana a cada quien por escoger alguno, para jugar a ser el terrateniente que no perdonaba las hipotecas o las deudas, además, se necesitaba de un banco neutral que no se inclinara hacia la corrupción de un jugador, pero, ¿alguna vez se ha alcanzado la objetividad en el algún aspecto significativo de la vida? Pienso que no, muchos menos en un juego donde el objetivo es ganar dinero y quebrar económicamente al otro, sin embargo, para Andrés fue necesario abrir los vínculos en su barrio, salir a buscar amigos con quien jugar horas eternas en la calle, pero lo más importante de esta navidad, fue que por fin entendió el significado de ser hijo único.

La unión en la tribu

La ansiedad esta presente gran parte de nuestra vida, tal vez en la vejez desaparece un poco, pero para un adolescente la tranquilidad no es una opción, en este tiempo, Andrés, hijo único, conoce la magia de la música, aparece en la sociedad el término “tribus urbanas” tal vez como sinónimo de una gente disgregada y perdida en la urbanidad, pero no en la urbanidad de Carreño, esta es una urbanidad que pretende distinguirse del resto de la sociedad. Dentro de los marginados hay todo tipo de guías musicales, algo tendrá que decir el metal, el punk, el oí, el reguetón, el rap, la electrónica, y cada quien se apropiará del mensaje y lo transmitirá para los demás. Andrés esperaba con ansiedad un fin de semana de octubre para ir a un enorme parque a relacionarse con gente de su tribu, dicen que la unión hace la fuerza, ese día, Andrés comprendió la fuerza de aquel refrán, desde entonces, aquel adolescente percibe la fuerza de una multitud en un concierto, en un estadio, en una marcha, todos unidos entorno a una música, un equipo de fútbol o a una lucha social.

El bailar de los libros

En los centros de rehabilitación existe un manejo a la ansiedad, además de cursos de pastelería, capoeira y yoga, Andrés paso por uno de ellos, tal vez errado en su camino su familia auguro un futuro no muy prometedor, sin embargo, lo importante para el cambio es la voluntad de decidir cambiar, tal vez por eso escogió estudiar, entonces se le atravesó en el camino apellidos como Weber, Durkheim, Parsons, conceptos como anomia, división del trabajo, dominación carismática, sin embargo fue un bigotudo con un martillo el que lo cautivo y lo coloco sobre los rieles de la divagación filosófica, aquel filosofo hablaba sobre la danza y el baile, es difícil colocar en letras las acciones y los sentimientos, no obstante, el bigotudo  lo lograba, lo provocaba, lo incitaba, ahora el paisaje que se le atravesó a este joven estaba marcado por la nostalgia griega, el idealismo alemán, o la revolución francesa sentía que cogía el mundo con las dos manos y los sujetaba sobre los dos pies, pero el vitalismo del que hablaba el bigotudo del martillo lo encontró en el baile dionisíaco de una buena salsa o en un pogo encarnizado de un buen punk.

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