Por: Camilo Cadena
El monopolio de la navidad
La navidad es lo más esperado con gran ansiedad por los niños;
la comida, los villancicos, la música, la decoración, las vacaciones, pero sobre
todo, los regalos, hacen parte de la alegría de un niño por esta festividad. Lo religioso
es importante, pero está en un segundo plano para Andrés, lo que nunca se espero
es que un juego de monopolio lo hiciera caer en cuenta que estaba solo, o por
lo menos, que necesita de otra persona para jugar, habían siete u ocho piezas
entre carros, sombreros, gatos, perros, barcos, según se le diera la gana a cada
quien por escoger alguno, para jugar a ser el terrateniente que no perdonaba las
hipotecas o las deudas, además, se necesitaba de un banco neutral que no se
inclinara hacia la corrupción de un jugador, pero, ¿alguna vez se ha alcanzado la
objetividad en el algún aspecto significativo de la vida? Pienso que no, muchos menos en un juego donde el objetivo es ganar dinero y quebrar económicamente
al otro, sin embargo, para Andrés fue necesario abrir los vínculos en su barrio,
salir a buscar amigos con quien jugar horas eternas en la calle, pero lo más
importante de esta navidad, fue que por fin entendió el significado de ser hijo único.
La unión en la tribu
La ansiedad esta presente gran parte de nuestra vida, tal vez
en la vejez desaparece un poco, pero para un adolescente la tranquilidad no es
una opción, en este tiempo, Andrés, hijo único, conoce la magia de la música,
aparece en la sociedad el término “tribus urbanas” tal vez como sinónimo de una
gente disgregada y perdida en la urbanidad, pero no en la urbanidad de Carreño,
esta es una urbanidad que pretende distinguirse del resto de la
sociedad. Dentro de los marginados hay todo tipo de guías musicales, algo tendrá
que decir el metal, el punk, el oí, el reguetón, el rap, la electrónica, y cada
quien se apropiará del mensaje y lo transmitirá para los demás. Andrés esperaba
con ansiedad un fin de semana de octubre para ir a un enorme parque a
relacionarse con gente de su tribu, dicen que la unión hace la fuerza, ese día,
Andrés comprendió la fuerza de aquel refrán, desde entonces, aquel adolescente
percibe la fuerza de una multitud en un concierto, en un estadio, en una marcha,
todos unidos entorno a una música, un equipo de fútbol o a una lucha social.
El bailar de los libros
En los centros de rehabilitación existe un manejo a la ansiedad,
además de cursos de pastelería, capoeira y yoga, Andrés paso por uno de ellos,
tal vez errado en su camino su familia auguro un futuro no muy prometedor, sin
embargo, lo importante para el cambio es la voluntad de decidir cambiar, tal vez por eso escogió
estudiar, entonces se le atravesó en el camino apellidos como Weber, Durkheim, Parsons,
conceptos como anomia, división del trabajo, dominación carismática, sin
embargo fue un bigotudo con un martillo el que lo cautivo y lo coloco sobre los
rieles de la divagación filosófica, aquel filosofo hablaba sobre la danza y el
baile, es difícil colocar en letras las acciones y los sentimientos, no obstante,
el bigotudo lo lograba, lo provocaba, lo
incitaba, ahora el paisaje que se le atravesó a este joven estaba marcado por la
nostalgia griega, el idealismo alemán, o la revolución francesa sentía que cogía
el mundo con las dos manos y los sujetaba sobre los dos pies, pero el vitalismo
del que hablaba el bigotudo del martillo lo encontró en el baile dionisíaco de
una buena salsa o en un pogo encarnizado de un buen punk.
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