Juan Pablo Acosta
Ay, pobre Cronopio. Se llama ‘destiempo’
es verde y húmedo, romántico y poético, es todo un ingrato creyendo en causas
perdidas, escudriñando y emancipando camelias en la inmundicia.
Destiempo, muy a tiempo, cuida la
poesía moribunda que palidece en cautiverio las frases de cajón de aquellas
famas que juegan a la academia.
Ay, pobre poesía, el invierno se
le ha grabado en las letras y fonemas congelados sueñan convertirse en gritos de resistencia.
Las famas en su estúpido aire de
anodinos literatos la han desahuciado y en su mísera agonía la pobre poesía añora volar en rugidos versos.
Las famas afirmán que sobran los
poetas y se ausentan los poemas. Afirmán que no existe poeta vivo pues no ha
nacido alguno desde el deceso de los clásicos. Afirmán que la verdadera poesía tiene
vuelo lírico y es adornada de pretenciosas palabras buscando la vaga
inmortalidad de escritores consumidos en amor propio. Las famas juegan día a día
a clasificar la vida misma que es poema
eterno.
El arte es para quien lo aprecia y
la pobre poesía está ahí, aguardando tocar el alma de quien sabe buscar, otorgando
vida al deceso paulatino, sembrando flores en el nihilismo imperante.
Bella poesía que el romántico Destiempo
verde y húmedo ha descubierto. La pobre está remozando ante ojos incrédulos, otorgando
eminentes retratos a la ceguera
inducida.
Ahí están los Cronopios oxigenando
el verso de la pobre poesía agotada de los famas. Ahí están los poetas haciendo
temblar el mundo sin parar.
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