miércoles, 24 de junio de 2020

Cronopropio: Garavatov


Por Alexis Garzón

Cada día 8 de cada mes a Garavatov se le enrolla desafiantemente un cabello de su melena. El repartidor de los recibos por pagar, no ha advertido como su presencia mensual transforma la figura de este enigmático sujeto. Escazas veces tiene a la luz su rostro, pocos son quienes han podido divisar los rasgos de la incógnita bajo el mechero salvaje de este espécimen endémico de la fauna concretística. Cuando su mama acude a visitarlo, para verificar que su melena no lo ha asfixiado, o que las plantas de su patio no han decidido suicidarse a Garavatov se le enrolla decenas y decenas de cabellos. Cuando un policía le pide una requisa por el parque o la plaza o la calle de las requisas, se enredan únicamente los cabellos cercanos a su lóbulo frontal, acto que sirve de defensa para con las autoridades, en cambio, cuando es una figura menos endémica del ecosistema basural la que le ocasiona alguna agitación, son los cabellos más cercanos a su parietal los que alertan la amenaza.

A pesar de todas esas agitaciones que le estimulan y alteran el ambiente silvestre de la jaula, Garavatov siempre prefiere enrollar su melena en la calle, porque cuando está solo en casa, se le hacen nudos tan insolubles por todo su cuero cabelludo, que le recubre el cuerpo como una pelota consistente y pesada, sin quedarle más remedio de ir a rodar a ciegas, allá por una sucesión de rebotes y casualidades, hasta que finalmente resulta tranquilizado por la compañía de sus colegas las ovejas, que a lo largo de una larga terapia grupal, logran desenredar parcialmente las greñas de Garavatov, para dar un nuevo respiro a su naturaleza de enredos, así pues, enérgico y renovado por este renacer espiritual, Garavatov maneja hasta un bar cercano pide una cerveza y 30 cabellos enredados.    

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