Angie A. Téllez Méndez
"Todo el conocimiento, la totalidad de las preguntas y respuestas, se encuentran en el perro"
Franz Kafka
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Dibujo inspirado en Danko |
2016,
Febrero 5
Andaba
Juliana por ahí, en un día común y corriente, no se imaginaba que al día
siguiente cambiaría su vida por completo. Estaba con Daniel, su novio, y le
comentaba como por enésima vez, lo mucho que le encantaría tener un compañero
de vida; pero no cualquier compañero.
¡Un
año atrás ya había tenido compañeros peces y dos hámsteres! Juliana pensaba que
ya era hora de tomar otras responsabilidades que le permitieran encontrar un
sentido de ser en su existencia. Escuchaba cómo sus pares tenían aventuras y vivencias
en general que ella anhelaba tener, pensaba que de alguna u otra forma ellos ya
no estaban solos; y es que ella, Juliana, había pasado más de la mitad de su
vida sola, si es que puede dividirse la vida en tiempos. Sus padres, cansados
del trabajo a tiempo completo, no tenían tiempo que dedicar y tampoco
contemplaban dentro de sus posibilidades organizarse para tenerlo, nunca era
llevada a un parque, por ejemplo, o le escuchaban sus preocupaciones y
vivencias diarias.
Al
caer la noche, Juliana le comentaba a Daniel lo hermoso que sería tener un
compañero canino que, en palabras de ella, pudiera sacar de la jaula o la
pecera para que la acompañase a todos los lugares. Daniel la escuchaba atento,
asentía con la cabeza, pero no sentía lo mismo. Juliana pensaba que nadie le
comprendía verdaderamente su necesidad, porque este anhelo con consideraba como
una necesidad, era como si simplemente le llevaran la corriente. Esa noche, al
despedirse de Daniel, derramó unas lágrimas producto de su imaginación, la cual
le había llenado por unos segundos de unos posibles escenarios que compartiría
con su perro, de volverse verdaderos. Se durmió otra noche de las tantas, sin
saber que en realidad se trataba de la última noche en que dormiría sintiéndose
en un hoyo negro de emociones y sentimientos de angustia, en el que el único
remedio para deshacerse del frío era abarrotarse de cobijas hasta el cuello.
Al
día siguiente, Juliana se despertó como era usual: con ganas de no haberse
despertado. Su padre, con quien poca o nula relación tenía, a pesar de convivir
bajo el mismo techo, se encontraba en casa y como la primera chispa que sale de
un fósforo al roce con un ladrillo, se abalanzó a preguntarle: papá, ¿te gustan
los perros?... Así fue como inició una conversación, que en realidad era una petición,
que duro horas y horas, que terminó en el acuerdo de ir a buscar uno. Para ese
entonces, la madre de Juliana, quien no soportaba siquiera la idea de tener un
animal en casa, dijo que acompañaría a padre e hija en esta misión de adoptar
un perro. Era curioso, para ellos era simplemente añadir un miembro a la
familia y una obligación al cúmulo de obligaciones que ya tenían; para Juliana,
quien sentía la necesidad de pincharse la piel para corroborar que no estaba
soñando, era encontrar la verdadera razón de estar y ser en este mundo.
Luego
de unas horas, Juliana llena de miedo y ansias había llegado al lugar donde se
encontraba su compañero, se lo imaginaba de cualquier forma, el deseo era tan
intenso que poco le importaba cómo sería este perro, lo importante era que
fuera su perro. Luego de caminar al
lado de varias vitrinas, tuvo el primer recuerdo con este ser que sería su
compañero minutos después: era un perrito extremadamente pequeño, regordete,
tenía unos brillantes ojos azules que solo apuntaban hacia el plato lleno de
alimento y una nariz color rosa, que le guiaba hacia tal. Sus paticas suaves y
tiernas, al igual que su pancita, poco pelo tenían pero conformaban un hermoso
y brillante pelaje en las combinaciones de un gris plateado y un blanco
algodón. Para Juliana era perfecto, y allí lo supo, encontró mil y una formas
de argumentar por qué debía tener ese perro y no otro, en ese instante no
importaba que el mundo desesperanzador en el que se encontraba estuviera a
punto de derrumbarse.
Ahora
Juliana escribe cosas como estas pero con su compañero de vida al lado; ya no
más momentos de tristeza y de querer acelerar el tiempo o detenerlo se
encuentran en su cabeza. Juliana, en definitiva, ya no está sola, y siente que
ese ser en forma de perro la conoce de toda la vida. Aunque es tan indefenso y
frágil, gracias a él, la indefensa y frágil ya no es Juliana. No es un secreto
para ella, que su compañero algún día tendrá que ausentarse, pero al estar
presente en su vida le ha demostrado que el mundo puede ser bello, que hay
amor, ternura, honestidad, solidaridad, y demás cosas que le dan ganas de
vivir. Hasta ella misma construye su filosofía a partir de su compañero que, en
realidad ni remota idea tiene de lo que ha causado, pero que con esa mirada
conmovedora y su colita en movimiento logra a cada instante.
Dedicado
al amor y razón de vida, Danko.
La cercanía de la experiencia, amé leerte y saber que esa historia es tan tuya como mía. Es sin duda la historia más significativa en la construcción de nuestra amistad. Tía eternamente ...
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