Por: Andrés Felipe Puentes Valero.
Primer quinquenio: Cuando seas grande.
Miguel Mateos lanzaría esta canción en 1986, y diez años después nacería yo, para ser exactos, el 27 de abril de 1996. Aunque no tengo recuerdos muy claros de mi primer quinquenio de vida, sí recuerdo a la perfección la primera vez que escuché esta canción. Tenía cinco años exactos y acompañaba a mi padre a un día de trabajo en la camioneta de la empresa donde laboraba. Mi padre prendió el radio y en una emisora estaban retransmitiendo un concierto que Mateos había dado en el Palacio de los Deportes de Bogotá, en el año '96. Siendo sincero, en ese momento no puse atención a la letra, pero sí al ritmo y a la estructura de la canción, escuchaba la euforia de los asistentes del concierto, que coreaban a la par con el artista. Giré la vista a mi padre, quien movía sus hombros, bailando. Yo empecé a hacer lo mismo, mientras que inconscientemente también movía mi cabeza. Tal vez, por primera vez en mi vida, era consciente de que estaba disfrutando de una canción. Desde ese momento me volví amigo de la música; prendía la radio mientras hacía tareas o veía PlayTV o MTV esperando encontrar buena música y, aun más, esperando volver a escuchar la canción que había oído en la camioneta con mi padre.
Luego, mucho tiempo después, volví a dar con la canción. Ya sabía cómo se llamaba, de quién era y a qué género pertenecía. Cuando escuché la letra, me di cuenta de que habían fragmentos de ella con los que me podía identificar a la edad en la que la había escuchado por primera vez. Por ejemplo, a mis cuatro y cinco años orientaba mis juegos a ejecutar una profesión: era médico, astronauta, piloto, dibujante, constructor, etcétera; y estos juegos iban siempre acompañados de una pregunta de alguno de mis padres o tíos: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? Esa pregunta estuvo conmigo durante el final de mi primer quinquenio, al igual que esta canción. Hoy día me encanta, es una de mis canciones favoritas e hizo que conociera a uno de los artistas que más me gusta escuchar.
Segundo quinquenio: La calle de mi cuadra.
He vivido 23 de mis 24 años de vida en el mismo barrio. La calle que se ve en la foto (la foto la tomé hoy, pero la calle sigue siendo la misma, con las mismas casas) fue el escenario de muchos momentos que marcaron mi infancia. Por esa calle pasaba todos los días con alguno de mis padres para ir al colegio, o cuando me mandaban a la tienda a algún mandado, o cuando venía mi abuela a visitarnos y me llevaba al parque a comer un helado. También sirvió como cancha de fútbol para jugar "picaditos" con los amigos de la cuadra, para jugar a los congelados, yermis y correita caliente. Así como fue espacio de juegos, lo fue de disputas, de peleas y de golpizas entre los jugadores, a tal punto que tenían que intervenir nuestras madres que, de paso, aprovechaban para decirse entre ellas que educaran mejor a sus hijos. Durante mi segundo quinquenio, varias caravanas de la alcaldía pasaron por esa calle, trayendo música, concursos, planes educativos y artísticos y jornadas de vacunación. Hago memoria y recuerdo a viva voz la primera vez que escuché el megáfono del camión del reciclaje o del tipo que vendía leche de cabra, la señora de los tamales tolimenses y la pareja que pasaba en una moto vendiendo envueltos de mazorca, así como los gritos del muchacho que vendía el periódico y de las invitaciones a votar por algún político.
A mis nueve años fui testigo de un "ajuste de cuentas". Ahí entendí que ese espacio, esa cuadra que no compone ni un 5% del barrio en donde vivo era un mundo pequeñito donde ocurrían cosas tan alegres como la euforia producida por la victoria de Santiago Botero de una etapa del Tour de Francia, y cosas tan trágicas como ver el bombardeo a una ciudad en vivo por un noticiero. Ese fue mi primer mundo, mi primer escenario de vida por fuera de mi hogar, donde aprendí valores y entendí que la vida no era tan fácil como ganar en yermis, ni tan difícil como asimilar la vergüenza de un jalonazo de orejas de mi madre frente a todos mis amigos.
Tercer quinquenio: Libros.
Para mi cumpleaños número 14, mis padres me regalaron los dos libros que aparecen en la foto: Historia del tiempo y Platón y un ornitorrinco entran en un bar. En un principio mi reacción fue algo esquiva: jamás había leído de física y en filosofía no me iba muy bien en el colegio; sin embargo, sabía que tenía que dejar de lado un poco las novelas y los cuentos para centrarme en algo un poco más "serio", y la idea de enfrascarme en un solo género literario no me llamaba la atención. El resultado de la lectura de ambos libros resultó siendo algo esperado y asombroso a la vez: No entendí, en lo absoluto, nada sobre las nuevas lecturas. No sabía si había realizado una lectura apresurada, por lo que me comprometí a volver a leer de nuevo. Esta vez ya había conseguido reunir ciertos conceptos que me llamarían la atención y que, hasta el día de hoy, siguen interesándome bastante: cosmología, agujeros negros, ecuaciones, ética, epistemología, existencialismo, relatividad... sin embargo, por más que leía, seguía sin entender.
No fue cuestión de tiempo para que entendiera que todos esos conceptos giraban en torno a uno: la incertidumbre. Me di cuenta, por primera vez, que era capaz de apropiarme de cuestiones específicas que exigirían una mayor dedicación de tiempo y de paciencia. Estos dos libros son tan importantes para mi, porque con ellos me vi en la capacidad de enfrentarme a cualquier otra lectura que consideraba totalmente ajena a mis intereses, además de orientar, en parte, mi preparación profesional. Aun los conservo, guardando la esperanza de algún día volver a leerlos bien y afianzar mucho más tanto el cariño que les tengo como la iniciativa de querer siempre encontrarme con algo nuevo en la vida.
Cuarto quinquenio: Virus.
Me tomaré el atrevimiento para hablar en este espacio, no solo de una persona, sino de "seis", argentinos ellos, que juntos conforman una de mis bandas preferidas: Virus. Federico, Julio, Marcelo, Enrique, Mario y Daniel son, sin duda, de mis más grandes ídolos. A estos tipos los vine a escuchar por primera vez a mis 16 años, en un especial de rock en español que escuché por la radio, y en la época donde pensaba que el rock argentino se reducía únicamente a Soda Stereo. Virus no solo consolidó mi gusto musical, también hizo que adoptara un estilo propio de la época que usaría, más o menos, por unos tres o cuatro años.
Su relevancia en mi vida radica en que sus letras absurdas y divertidas cumplían una función tranquilizadora en momentos difíciles que llegaría a afrontar en repetidas ocasiones. Similar a mi primer quinquenio, en esta ocasión una canción me había logrado cautivar de una manera impresionante, y ahora con la facilidad de acceder a Internet podría conocerlos más. El ritmo de sus canciones al mejor estilo new wave, synthpop y tecno pop me hicieron entender que el rock también se podía bailar, que este no era un género que únicamente podía escucharse estando sentado en una silla, lo más estático posible. Aunque a mi parecer la banda es muy infravalorada, logré conocer nuevas personas que compartían los mismos gustos que yo y con las que viví momentos muy especiales en viajes, fiestas y reuniones. La variedad de Virus hace que no sea posible enfrascarse en solo un subgénero del rock, y esto a su vez me permitió también conocer otros géneros musicales por medio de otras bandas similares. Esta banda le dio un giro a mi vida, se adentró tanto en mi que no hay día en donde no escuche, por lo menos, una de sus canciones. Virus hace parte de mi cotidianidad, de todos los momentos especiales y difíciles de mi vida desde que los conozco, pues siempre tienen una canción que darme y que consideraré como un estreno cada vez que la escuche, hace más amena mi vida y me ayuda a ver mejor la realidad en la que estoy.
Quinto quinquenio: Gracias Totales - Soda Stereo.
Sábado, 29 de febrero de 2020. Estadio El Campín.
Aunque ya hablé de Virus, para las personas cercanas a mi no es un secreto que mi banda favorita de toda la vida es Soda Stereo. No hay canción que no me sepa y álbum que no escuche. Conocí a Soda Stereo gracias a un disco que compró mi padre de rock en español, cuando fue posible adquirir nuestro primer equipo de sonido con lector de CD. Traía dos clásicos del grupo: "Hombre al agua" y "De música ligera". Al igual que las historias anteriores, tuve que esperar un par de años para poder escucharlos mejor. Afortunadamente, la espera no fue tanta. Soda Stereo es más conocido que Virus, y pude acceder a un disco de ellos en una tienda de remates cuando salía de estudiar del colegio.
Aunque ya hablé de Virus, para las personas cercanas a mi no es un secreto que mi banda favorita de toda la vida es Soda Stereo. No hay canción que no me sepa y álbum que no escuche. Conocí a Soda Stereo gracias a un disco que compró mi padre de rock en español, cuando fue posible adquirir nuestro primer equipo de sonido con lector de CD. Traía dos clásicos del grupo: "Hombre al agua" y "De música ligera". Al igual que las historias anteriores, tuve que esperar un par de años para poder escucharlos mejor. Afortunadamente, la espera no fue tanta. Soda Stereo es más conocido que Virus, y pude acceder a un disco de ellos en una tienda de remates cuando salía de estudiar del colegio.
Y así como iba aprendiéndome sus canciones, también fui conociendo la historia del grupo. Mi desilusión fue enorme cuando me enteré de que no eran colombianos, de que se habían disuelto en el '97 y que para el 2007 se habían reunido y hecho una gira en donde pasaron por Bogotá, justo cuando solo conocía unas pocas canciones. Desde ese momento, hice la promesa de asistir a todo gran evento en donde el nombre SODA STEREO estuviese presente y guardar la esperanza de que se volvieran a reunir, pero esta esperanza se fue cuando Cerati murió en en 2014. A pesar de esto, algunos eventos se hicieron en memoria del músico y del grupo, como conciertos tributo en el Jorge Eliecer Gaitán, proyecciones láser de sus canciones en el Planetario Distrital y un lindo homejade del Cirque Du Soleil en donde, en la primera fecha, Zeta y Charly estuvieron presentes y tuve la oportunidad de verlos con mis propios ojos.
Sin embargo, el día de días sería el 29 de febrero del presente año, donde los miembros restantes organizaron una última gira para celebrar su trayectoria. Con los pocos pesos que tenía compré mis entradas y, como buen fan desesperado, el día del concierto estuve haciendo fila a primera hora junto a una amiga. Aun sin Gustavo, eso no evitó que 35.000 personas tuviésemos uno de los mejores días de nuestras vidas. Otros cantantes, como Rubén Albarrán de Café Tacvba, Andrea Echeverry de Aterciopelados y León Larregui de Zoe acompañaron el concierto, lo que lo hizo una experiencia mucho más espectacular. Lo único malo del concierto fue cuando acabó, pero no hay día en donde no piense en la buena suerte que tuve, pues al ser la primera fecha de la gira en Bogotá, esto evitó que el concierto fuese cancelado por la pandemia. Si hay algo que me levanta el ánimo en estos días donde todo se vuelve tan preocupante, complejo... ¡monótono! es recordar este día. Hacer memoria es vivir (de nuevo), y vivir con Soda siempre es mejor.
Epitafio - Filminuto.
https://www.youtube.com/watch?v=TSrHupxRDAQ
Por favor, lean la descripción de mi filminuto. Describe lo (poco) que hago en él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario