Cartas a una vida fragmentada
Por: Camila Andrea Parra Hernández
La primera canción
Carta
pa’ mi padre
recuerdos de la primera infancia
en una canción
A decir verdad, no sé cuánto dolor habrás aguantado en tú
vida, siempre fingiste estar bien. Te sentabas en las tardes y me enseñabas a
mover las fichas del ajedrez, yo tenía solo 5 años y no lograba entender bien
tus explicaciones sobre el juego. De la misma manera lo hiciste con el dominó,
curiosamente aún conservo las fichas con que aprendí a jugar a tú lado, están
desgastadas de tanto uso, pero eso no importa o al menos eso creo. El tiempo
pasó demasiado rápido, entre rompecabezas de mil piezas, fichas de lego para
armar carros, pequeños cuentos y grandes relatos. No sé cuántas veces te vi
desarmando cosas para ver que había dentro, sin embargo, nunca dañaste nada,
lograbas que volviera a funcionar por más pequeño que el objeto fuera. A veces
pienso que me parezco demasiado a ti, así no quiera admitirlo, también abría
las cosas y las miraba por dentro, pero no sabía cómo volver a armarlas, no te
imaginas cuantos objetos dañe por eso.
Aún recuerdo cuando cantamos por primera vez Azul, imitábamos con las manos las
formas de las olas y luego nos reíamos un rato. Ponías la canción y la cantabas
mientras me peinabas con gran dificultad, luego de un tiempo solías pedirle a
mi tía que lo hiciera porque tú tardabas mucho y la mayoría de las veces no lo
lograbas. Todas las mañanas me llevabas al colegio y en las tardes o noches
llegabas a cocinar y a despedirte de mi abuela que me cuidaba cuando tu no
estabas. Recuerdo que dejabas monedas entre una caja en tus cajones y me decías
que podía cogerlas, pero así mismo también tenía que volver a meter monedas en
la caja para que no faltaran después.
Un día llegaste con una señora que yo no conocía, ella
intento ser amable conmigo, pero a mí no me gustaba hablar con nadie que no
fueras tú o mi tía. Decían: es tímida, yo no comprendía el significado de la
palabra así que no le preste atención. Con el tiempo ella se fue incorporando a
nuestra vida, comenzó a recomendarte formas de enseñarme nuevas cosas.
Iniciaste con enseñarme sobre el aseo de la casa y el cuidado de la ropa, luego
permitiste que ella me enseñara a leer, en tardes largas y extenuantes, en
donde el lema principal era la letra con sangre entra, así que al entrar a
primaria tenía una noción amplia de las letras.
Recuerdo una tarde, uno de tus amigos te había
recomendado entrenarme la voz, según él, yo tenía potencial para la música,
quizá haya sido porque cantaba contigo no solo Azul, sino clásicos del rock de Latinoamérica. Tú no tenías
suficiente dinero para pagarme clases de música, así que tu amigo desistió
después de un tiempo. Solías llevarme contigo a todas partes cuando no estabas
trabajando, recuerdo que la primera vez que te vi de malgenio estabas molesto
por que tu novia te había dejado plantado en un restaurante. También recuerdo
verte asustado por una mariposa que se había metido al apartamento, llamaste a
mi tía y a tu novia para que vinieran a sacarla, mientras yo te acompañaba en
mi habitación viendo Discovery Channel
en el televisor un programa sobre el daño que podría llegar a ocasionar un
tornado si es muy grande.
Ahora que lo pienso tu color favorito es el azul, el de
mi tía el rojo, siempre apoyabas a Millonarios, mi tía era del Santa Fe y a
ambos les gustaba el fútbol. La mayor parte del tiempo hacían apuestas por diferentes
cosas tú y mi tía, años después me enteré que estaban apostando sobre la fecha
en que yo nacería, ganaba el que se acercara más. Mi tía te ganó porque
tuvieron que forzar mi nacimiento, estaba pasada de los nueve meses, no quería salir,
mi mamá, casi se muere en ese parto, fue algo muy traumático. Curiosamente el
color favorito de mi mamá también es el azul, un día deberías venir a mi casa,
todo es azul.
No tengo recuerdos de ti y mi mamá juntos, quizá el
primero sea verlos pelear en la sala del apartamento, luego, un sinfín de discusiones
por teléfono, hasta mis 18 años. Ese día simultáneamente palabras de ustedes
fueron: “por fin, ya no tengo que volver a hablar con usted, Camila ya casi es
un adulto”. A veces no sé ni cómo se juntaron, ambos tienen un carácter muy
fuerte, algo rebelde, autoritario y voluntarioso. No voy negar que no saque
algo de eso en mi misma y que he intentado cambiarlo miles de veces.
Hoy rememorando mis primeros recuerdos, entiendo mejor la
letra de esta canción, quizá yo la haya interpretado como las palabras que un
día me dijiste: “yo siempre quise tener una hija”, palabras que le dijiste a
tus hermanas cuando eras más joven. Por eso la canción para mi es muestra de tú
profundo amor, ya que ella está impregnada de todos nuestros recuerdos de
cuando yo era niña.
Recuerdos de los 6 a los 10
Tú cárcel cover de Enanitos Verdes
(esta fue la canción que más escuché en esa época)
Carta a mi madre
Abandono
No sé porque no pude hablar contigo desde el inicio, me
sentía ajena a ti, mi primer recuerdo a tu lado fue la cachetada que recibí de
tú mano por romper una porcelana muy querida para ti. A decir verdad, no sabía
si te quería o no, solían decirme que desde el día en que nací tenías muchos
conflictos por adquirir el rol de madre tan joven. Quizá fue tu resignación la
que te llevo a aceptarme como tú hija, siempre tuviste miedo de estar sola. Nunca
te guardaste nada, desde el dolor más mínimo hasta la tristeza más grande. No
te vi como mi mamá hasta la adolescencia, no lograba entenderte, pero si
aprendí desde muy joven que todo era mi culpa. No sé qué te hice, ni por qué me
merecía todos esos golpes cada vez que mi papá me dejaba contigo, tú intentabas
redimirte al comprarme juguetes, sin embargo, nada cambio.
Cada vez que me traías a tú casa para “estar conmigo”, me
encerrabas hasta tu llegada, debía estar todo limpio y ordenado, de lo
contrario te ponías en el rol de policía malo por horas y horas. Me dejabas
sola con tu familia para que me “cuidaran”, mientras tanto tú hermano menor que
se quedaba a solas encerrado conmigo, se aprovechaba de mí, se metía a tu
cuarto y comenzaba a tocarme. No sé cuántas veces lo hizo, pero sí sé que
fueron muchas y que en algunas me chantajeaba, como aquella vez que quería salir
al parque y no había nadie en la casa más que él, me acerqué y le dije, y su
respuesta fue: ya sabes lo que tienes que hacer.
Más de una vez con la excusa de estar jugando con su
sobrina, se metía entre mis fortalezas de almohadas, se bajaba los pantalones,
me quitaba la ropa y comenzaba a frotarse. Tú no me prestabas atención, parece
que hija solo era un título, para mostrar ante los demás tú tenencia sobre mí.
Tú no me conocías y aun hoy no sé si me conoces, mis reclamos hacia ti suenan
hostiles y me preguntaras ¿por qué no le dices lo mismo a tú papá, si él también
era responsable de ti? Sabes que respondo yo hoy, al principio te eche la culpa
de todo, y luego culpe a mi papá, luego al mundo y por último a mí. Pensé en
muchas ocasiones que merecía cada cosa que me había pasado. Me hacía daño. Así
que un día decidí olvidarlo, voltear el papel y solo ver una cara, una en la
que nunca había pasado nada.
El olvido cubrió mi vida lentamente, solía llamarlo “el
error”, con el tiempo lo sofistiqué más y lo llamé “el otro yo”. No podía
confiar en ti, me metí en la cabeza a la fuerza que yo era tú hija, porque mi
cuidadora en esos días realmente era mi tía. No pude hablar, el miedo a causa
de tú autoritarismo me marco, todo te disgustaba, desde mínimo error hasta mi cara
inexpresiva. No voy a negar que gracias a ti aprendí a mentir, demás a reparar
mejor las cosas que rompía, pasó mucho tiempo para que te dieras cuenta de las
grietas de la porcelana de la virgen María, que repare unas 15 veces con Colbon.
Me volví tan introvertida y difícil que mi rostro de
felicidad termino siendo el mismo de tristeza. Así me tuvieras a tu lado las 24
horas de un día nunca pudiste descifrar que me pasaba, solo decías: Camila es
así, no se deja enseñar nada, es igual a su papá, para mí eso era un alago,
aunque no lo expresara. De ti herede tantas cosas que me llevaron a preguntarme
mil veces ¿por qué soy así? ¿soy mala? Mi abuela, mi tía, mi papá me repetían: no
le ponga cuidado a su mamá, está loca, tomé ese consejo y deje de escucharte
progresivamente. Igualmente, tú sabias como captar mi atención de nuevo, un
golpe tras otro, me jalabas el pelo, me empujabas, me culpabas de tus males y
me recalcabas lo mal que hacia todo.
No sé porque, pero a los 10 ya era igual de alta a ti, y
cuando intentabas pelear conmigo, gritaba ¡ya no más!, aunque me mandaras la
cachetada yo te la esquivaba. Crecí un poco más, hasta que fui capaz de
devolverte el golpe, me gritaste: a la mamá no se le pega, y pensaba, tú me
golpeas a mí, me gritas por horas reclamándome el haber nacido ¿te arruiné la vida?
Segundo
abandono
Cuando nació mi media hermana, hija de mi papá con otra
de sus tantas parejas, yo no reaccione de la mejor manera, no podía ni tocarla,
me limite a verla de lejos. Allí apareció mi segundo abandono, mi papá ya tenía
otra familia, una que sí cumplía sus expectativas. En esa época entendí que mi
malestar se traducía en soledad, porque a ti nunca te tuve y mi papá encontró
algo mejor. Nadie me explico que tenía la obligación de acoger a Sara (mi medio
hermana), así que nunca lo pude hacer, me repetían ella no tiene la culpa de
los problemas que tienes y me preguntaba ¿acaso
yo sí?
Me repetían usted: ya es grande y debe aprender a
cuidarse sola. eso intenté hacer, aunque en mis palabras se traducía en
aprender a soportar el dolor y la enfermedad. Mi papá comenzó a hacer lo mismo
que tú en la época que nació Sara, me dejaba al cuidado de la familia de su
nueva esposa, yo no les interesaba a ellos, o eso entendí en ese momento. Un
día me enferme, sentía mucho malestar, me acerque a la señora a cargo y le dije
que me dolía, ella me respondió: ah, sí usted tiene fiebre, y se fue a cocinar,
yo la mire y me dije en mis adentros: tú siempre vas a estar sola, ranzón que
me llevo a aprender a medicarme.
Entre
mi papá y tú ya no había diferencia, ustedes me dieron la lección más grande de
soledad que he vivido.
No quiero ser como vos del Cuarteto
de Nos
Recuerdos
de los 11 a 15
Perdido de Warcry
Carta
al suicidio
El intento
La primera vez que agarre el cuchillo en mi mano tenía
los ojos hinchados de tanto llorar, rose la punta del metal hasta que
comenzaron a aparecer cortadas en mi piel. De un momento a otro escuche golpear
la puerta de mi habitación, era la abuela intentado descubrir que pasaba.
Decidí ignorarla y puse música a todo volumen, retomé el cuchillo y comencé a
rosarlo por mis brazos, haciendo pequeñas cortadas en cada uno, esperando que
saliera la sangre espesa que tanto caracterizaba a la familia de mi papá.
No lo soportaba, ya no quería escuchar a nadie, deje el
cuchillo de lado e intente mover el armario que había en la habitación, lo puse
frente a la puerta con mucho esfuerzo, así nadie podría venir a ayudarme.
Agarré el cuchillo de nuevo e hice un corte profundo en mis rodillas, vi cómo
se abría lentamente la piel, la sangre comenzó a brotar y caer al piso manchándolo
todo. Recordé las pastillas de muchos colores que había en la mesa de noche,
las saqué del cajón no tenía idea sobre sus efectos, pero aun así comencé a
tomarlas una por una hasta que los sobres quedaron completamente vacíos.
Minutos más tarde la lista de reproducción puso la
canción Perdido de Warcry, ese día
por primera vez le puse cuidado a la letra, de repente la cabeza comenzó a
dolerme, el corazón comenzó a palpitar cada vez más rápido. Me pregunté: ¿Quieres
morir hoy? Mi respuesta inmediata fue no, aún tengo que saldar cuentas. En ese
momento, llamé a un amigo del colegio que vivía cerca de mi casa, le conté todo
lo que había hecho, él impactado vino corriendo, mientras tanto estaba intentando
mover de nuevo el mueble. Al llegar ya estaba muy mareada, mi abuela le abrió y
entro corriendo a la casa, me levanto utilizando todas sus fuerzas y me llevó a
un hospital.
Comenzaron a desvestirme, me sacaron sangre mientras, canalizaban
las venas, luego metieron un tubo por mi nariz haciéndolo bajar hasta el estómago,
inyectaron agua a presión y un medicamento negro, luego aspiraron mi estómago. Una
vez en observación se presentó ante mí una trabajadora social, me preguntó ¿Qué
paso? ¿Por qué hiciste esto? No le
respondí por varios minutos, apenas entró mi mamá a la sala la señale en modo
de respuesta, ella me miro y asintió con los ojos. Con la voz quebrada dije:
fue culpa de ella, la trabajadora social volteo y dijo ¿es tu mamá? Yo dije:
sí.
Una hora más tarde llego mi papá con la mirada
angustiada, no me preguntó nada, solo se sentó a mi lado y comenzó a jugar Tetris conmigo. Decidió quedarse toda la
noche cuidándome, sacó a mi mamá de la sala, no dormí demasiado esa noche, cada
vez que cerraba los ojos el monitor cardiaco se disparaba, una enfermera dijo
que tenía problemas en la sangre y en la frecuencia cardiaca, al parecer
bajaban a 30 por minuto cuando cerraba los ojos.
Al siguiente día él se fue temprano, pues tenía que
trabajar, llego mi mamá para hacer el papeleo para sacarme, pero no fue tan
sencillo, la trabajadora social dijo que si no me llevaban al psiquiatra no iba
a permitir mi salida de allí, bajo la custodia de ella. Mi mamá acepto la
condición, horas más tarde cuando me estaban quitando las agujas y los tubos
del cuerpo, llego mi papá salió conmigo del hospital. Una vez afuera nos
acercamos a una tienda de empanadas y me dijo ¿Cuántas empanadas quieres? Yo le
dije: 1 y pidió 5. De repente sonó su celular, era mi mamá preguntando ¿dónde
están? Él decía repetitivamente: aquí, aquí, agitando su mano con la empanada
en el aire. Ella al ver la escena en la tienda se acercó y le dijo: acaba de
salir del hospital y lo primero que le da es empanada, debe tener el estómago
resentido. Al caer en cuenta pide perdón, y me pregunta ¿te sientes bien? Y yo
asiento con la cabeza. Luego de un rato nos levantamos de la mesa y me dice: te
vas a ir 6 meses de Bogotá, ya te retiré del colegio, no me importa que pierdas
el año.
(Después de ese incidente, no se volvió a hablar nada
sobre eso… Sin embargo, cuando volví mi papá me llevo con un psicólogo infantil
unos 5 meses, en los que no hubo mayor avance).
Ojalá- Beret
Esta canción me permitió pensarme muchas cosas para la
siguiente fase
Recuerdos
de los 16 a los 20
Carta
al dolor
Ruptura
Puedo recordar el día cuando el dolor quebró mi cuerpo,
el 15 de junio de 2015 aproximadamente a las 2 o 3 de la mañana, uno de mis
órganos reventó y causó hemorragia interna en todo el sistema. Diego, mi novio,
estaba conmigo desde hace algunos días, porque me estaban haciendo exámenes muy
costosos, para determinar que me estaba pasando. Recuerdo que 2 días antes del
incidente habíamos hecho la repetición de la prueba de sangre con el objetivo
de determinar que tenía, sin embargo, era fin de semana y debíamos esperar
hasta el lunes para obtener los resultados. La madrugada antes, sentí mi cuerpo
al borde del colapso, intenté dormir unas horas, en la mañana el dolor ya era
insoportable, no era de este mundo. Diego decidió llevarme al hospital en ese
momento, luego de averiguar por internet un posible accidente por los métodos
anticonceptivos usados en mi cuerpo por mandato de mis papás.
Días antes me habían instalado la T intrauterina de cobre, la cual prometía protegerme de los
embarazos, fue un procedimiento sumamente doloroso, pero manejable. Ese método
anticonceptivo termino en mi cuerpo porque las inyecciones que tomaba antes
alteraban todas mis funciones hormonales y mis ciclos menstruales. Me
provocaban migrañas repetitivas, acné, subida de peso, entre otros síntomas,
personalmente no quería aguantar más esto.
Cuando íbamos de camino al hospital, recordé la decisión
sobre el método anticonceptivo, y me dije a mi misma: es tú culpa. Al llegar no
quisieron atendernos de inmediato, nos tocaba esperar como los demás. Con el
pasar de las horas el dolor se intensificaba, en mis adentros contaba números
para olvidar lo que estaba pasado. Sin embargo, cada vez que me movía un
milímetro me ardía el cuerpo, a tal punto que no pudieron acostarme en una
camilla cuando ingrese.
Seguían pasando las horas, ya me habían canalizado las
venas, estábamos esperando los resultados de los exámenes. Mientras llegaban
decidí ir al baño a mirarme la cara, ya estaba viendo borroso cuando me puse
frente al espejo, mis ojos grandes ya estaban rodeados por un aura negra al
igual que mis labios, sentí que me estaba muriendo. Al llegar de nuevo al lado
de mi mamá, ella se angustió y comenzó a gritarle a todo el mundo en el
hospital, me levanto de la silla y me dijo: nos vamos para otro hospital, yo le
dije con una expresión serena: ya van 15 horas. La enfermera a cargo me miro
algo asustada y llamo al médico para que me hicieran una ecografía, al entrar a
la sala alistaron muy rápido la máquina, cuando al fin lograron captar imágenes
de mis viseras se dieron cuenta que mi interior estaba lleno de coágulos y que
la prueba se sangre arrojaba positivo para embarazo.
En menos de 10 minutos me pidieron que me quitara toda la
ropa y me pusiera una bata, iba a entrar a cirugía de emergencia, eran las 2 de
la mañana aproximadamente, cuando lograron estirarme bien para acostarme en una
camilla, abrieron las puertas de un pasillo con luces blancas, no sé cuánto
tiempo se demoraron en preparar todo. Pero sí sé que la anestesia me dolió
mucho, eran 5 chuzones cerca de la columna, luego vine a descubrir que era
anestesia local. Cuando sentí el cuerpo dormido lo movieron con mucho cuidado,
cortaron mi abdomen, metieron un tubo para aspirar la sangre y los coágulos que
habían invadido hasta el recubrimiento de los pulmones. Luego cortaron mi tropa
izquierda (o lo que quedaba de ella) la extrajeron limpiaron de nuevo, cosieron
el útero y cerraron el abdomen. Salieron lentamente de la sala de cirugía
conmigo a las 4 de la mañana, me pusieron en cuidados medios y esperaron a que
me durmiera.
Cuando desperté tenía muchos aparatos conectados, no me
sorprendió por lo que había vivido horas antes. Me preguntaron ¿estás bien? Respondí
si, aunque me arde la piel, el médico me inyectarme morfina, para bajar el
dolor causado por la cirugía. Luego me sacaron de allí y me pusieron en un
pasillo mientras se desocupaba una habitación, pasaron horas, solo podía mirar
las luces del techo. En un momento se acercó una enfermera con cara de
cansancio, por la ronda de revisión de pacientes, y me dijo: usted es demasiado
joven para haber estado embarazada, yo la miré fijamente y me puse a llorar.
Las gotas caían y caían, la enfermera se fue, pasaron las horas y seguían
cayendo lágrimas, cada médico que pasaba me preguntaba ¿qué pasa? Yo solo los
miraba.
La Oreja de Van Gogh - La Paz de
Tus Ojos
Caí en una depresión muy profunda después de la cirugía.
Recuerdos
de los 21 a los 23
La otra- Aprenderé
Carta
para Camila
Aprenderé
Noviembre de 2019 fue un mes terrible para mí, parecía que
todos los males se juntaron en un solo lapso de tiempo. Miguel él hermano de mi
mejor amigo Zabai, decidió quitarse la vida día 4 de ese mes. Cuando me
contaron yo no pude creer lo que escuchaba, pues Miguel y yo habíamos estado
hablando en los meses anteriores, él vivía cerca de mi casa, así que de vez en
cuando nos encontrábamos en la estación Ricaurte e intercambiábamos unas
cuantas palabras. Realmente no sé qué pudo pasar con él, solo tengo en mi cabeza
su mirada fija y algunas de sus expresiones. Para esos días yo estaba
comenzando a leer Levantar la mano sobre
uno mismo de Jean Amery, un libro que habla sobre el suicidio, además de
incontables lecturas sobre educación, ética, crueldad, dolor que abordamos en
filosofía de la educación de manera rigurosa, junto al profesor Pablo Vargas.
Estaba centrada en expandir mi conocimiento, para hacer una construcción ética
desde mi experiencia de violencia, la pregunta que más me daba vueltas en la
cabeza era ¿qué más habrá de pasar?
Cuando ocurrió el suicidio de Miguel la pregunta comenzó a
taládrame la cabeza, aunque lo había visto en el ataúd pálido, sin cabello y
sin expresión facial, seguía sin créelo. Simultáneamente la universidad
entraría en paro en cualquier momento, haciendo que se repitiera lo mismo de
hace 1 año, un aplazamiento del semestre académico, eso ya es normal, aunque
aún me molesta un poco no poder dialogar bien en esas coyunturas. Igualmente, no
estaba de ánimos para eso, el malestar causado por la tristeza se generalizo,
aunque no me había percatado aún, estaba a punto de caer enferma. Ya les narré
en la carta al dolor qué me había sucedido ¿verdad? Pues, algo muy similar volvió
a pasar. Dos semanas después del incidente con Miguel, comencé a detectar los
mismos síntomas que había sentido en aquella ocasión, me asusté tanto que llamé
a Diego y a algunos amigos a contarles sobre mi sospecha. Diego muy asustado,
me dijo que fuera al médico, eso hice de inmediato, me practicaron exámenes en
una entidad privada para entender que estaba pasando. Cuando me dieron los
primeros resultados mi sospecha se confirmo era otro ectópico, pero esta vez en
mi trompa derecha, los médicos no me creían, repetí los exámenes 6 o 7 veces.
Solo una médica del área de obstetricia me creyó, cuando le conté y le mostré
uno por uno de los exámenes, me remitió a Salud Total mi EPS, para que llevaran
el caso.
Una vez allí, llego Diego preocupado, tal vez porque yo
le repetía no me quiero morir, los médicos no me creen, los exámenes son
confusos, pero igualmente me dieron una remisión para la 93. Nos acercamos a
pagar la consulta, parece que tenía prioridad por tener una prueba de sangre
positiva para embarazo. Cuando me llamaron a consulta, la médica me vio muy
alterada, y me repetía cálmese, vamos ver que podemos hacer. Al revisar todos
los exámenes se dio cuenta que podría tener razón, así que aceleró todo. Buscó
que me aceptaran en uno de los hospitales de la EPS, llamo una ambulancia, y me
puso suero intravenoso. Pasaron horas y horas, Diego estaba junto a mi intentando
animarme. Sobre las 6 de la tarde llegó la ambulancia para llevarme al Policlínico
Olaya, es el mismo hospital de la primera vez (por cierto). Me subieron a la
ambulancia acostada en una camilla, mientras que Diego lo llevaron en la parte
de adelante, fue en menos de 20 minutos que llegamos al hospital. Una vez allí
me ingresaron y comenzaron los exámenes, las preguntas y la espera. Dieron las
11 de la noche y aún no teníamos muchas respuestas, así que nos tocó pasar parte
de la noche y la madrugada en vela.
Sobre la una de la mañana los médicos decidieron ponerme
un medicamento sumamente peligroso que iba a absorber la célula para evitar la
extracción de la trompa. Debo confesar que eso me alivio, pero me ardió muchísimo
cuando lo aplicaron. Tuvieron que repetir la dosis, y extraerme sangre durante
mes y medio cada semana. El tratamiento salió bien al final, pero dejó en mi
secuela, atrofió parte de mi órgano, más de lo que ya estaba por la cirugía.
Creo yo que esto me hizo volver a replantearme la
pregunta ¿qué más habrá de pasar? Y
comenzar a entender mi experiencia y mi vida de otra manera. Una herramienta
muy valiosa para mí ha sido el feminismo, pues, me ha permitido reconocer las
marcas de mi cuerpo, resignificarlas y analizarlas desde sistemas de crueldad y
dolor. En ese sentido, he adquirido herramientas para pensar mis prácticas, mi
entorno y cambiar mis relaciones. No ha sido fácil para mí, con disciplina y
trabajo he logrado que las cosas sean diferentes.
La
otra- Te prometo
Nota: Estas son cartas en forma de relatos, sobre experiencias
que han marcado mi vida de muchas maneras, sé que me falta trabajar en la forma
de narrar, pulir cosas y detalles. Así que esto es un primer acercamiento a
entender como narrar, resignificar y analizar desde las herramientas que me ha
dado mi formación académica.
(Sé que en las cartas hay cosas densas y difíciles de asimilar, pero es lo que he logrado sacar, parece un poco trágico, pero no todos lo momentos fueron así).
Epitafio
Un
día me dijeron: una vida sin reflexión es una vida sin vivir Camila
Los esfuerzos por disciplinar nuestra diferencia y por obliterar nuestras
supuestas “anomalías” tropezaron —y siguen tropezando — con una heterogeneidad
proliferante, que se renueva y radicaliza a cada paso.
Silvia Rivera Cusicanqui, Un mundo Ch’ixi es posible
Lo que no se nombra no existe, lo
que no existe igual se violenta
Antonia Agreda, mayora comunidad
Inga de Colombia
[1] Estos son dos objetos que me dio me
mejor amigo Zabai, por esas épocas el andaba muy pendiente de mi.
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