Juan Pablo Villamil Botero
“Majestuoso y sereno se desliza por la superficie del
lago con su largo y blanquísimo cuello alzado hacia el cielo, pero con las
patas remueve el fango del fondo y enturbia el agua. Ningún animal simboliza
nuestra melancolía mejor que el cisne, un ave que fascina por su dignidad y por
la elegancia de sus movimientos, pero también impone respeto cuando bate sus
enormes alas y eleva el cuerpo por encima del agua” (Hermensen, 2019).
Zwaan bedreigde (Jan Asselijn)
Primer quinquenio: "cambalache"
No. “Cambalache” no me trae recuerdos, más pocos de mi
padre al oírlo. Y no, tampoco soy conocedor de la música que poco a poco parece
estarse dando más para los “intelectuales”. Entonces, usted, tiene la
posibilidad de seguir leyendo esta descripción u omitirla; no encontrará gran
grado de profundidad en estas letras. ¿Qué haría un niño de cinco años para que
Gardel le sea significativo? Aún no estoy seguro. ¿Por qué? Por el hecho más natural
que hay: no lo recuerdo. Pensar en mi infancia no es triste ni alegre, es más
bien un limbo; observar un rastro de llantas quemadas en el asfalto, pero no saber
qué carajos sucedió. En consecuencia, solo puedo juzgar hechos: hecho nací en
1997; hecho, crecí aterrado del mundo; hecho, todo parece seguir igual; hecho, el
mundo fue y será una porquería.
Segundo quinquenio: Parque el Túnal
“Allí estuvo el papa Juan Pablo II”. Juan Pablo como yo, o más bien como él. La primera vez que pise ese parque fue para elevar cometa; no pude. La segunda vez fue para darle la vuelta entera; no pude. La tercera para jugar fútbol; ahí masomenos. Claro, luego me inscribí a clases de fútbol; ¡era muy malo! Pero cada vez que olía el pasto cerca, los arboles gigantescos y el sonido de gente contenta me alegraba el alma. Era tan fácil llegar e igual me iba en bicicleta, sólo para llegar más rápido. Qué viento, qué libertad… En su momento era la felicidad ahora es la nostalgia. Este lugar me vio crecer, no día a día como un padre, año a año. Hasta el día de hoy asisto mínimo una vez por año (espero que este no sea la excpeción). Tal vez es mi famoso “lugar feliz” esa parte más escondida que nadie conocer debajo de árboles monstruosos. Juegos de beisbol, fútbol, baloncesto y hasta patinaje, no es una publicidad, pero sinceramente tiene de todo. Y claro, lo más importante, la Biblioteca queda dentro de sí, nada tan romántico como irse de la mano con alguien a pedir un libro y luego leerlo en medio de pasto... Y de niños gritones. Joder, extraño mucho el sol.
Tercer
quinquenio: Las flores del mal
Y bueno, esta colección de poemas marcó mucho mi vida, fue un punto de inflexión para mis
intereses personales, tendría unos 13 o 14 años cuando mi hermano me ofreció una edición de la UNAL de este libro. Lo tomé pensando que sería mucho más fácil de leer que un libro extenso para una clase de español, puesto que el libro no superaba las 100 páginas. Mis intereses hasta ese momento se limitaban al de un pequeño que creció con intereses de computo y poco más, un poco ñoño la verdad, pero al leer las flores del mal todo se desnivelo. El poema “los siete ancianos” ha sido de los pocos escritos que me han hecho acelerar el corazón, fue un sentimiento único que sólo he podido igualar con el de dar un primer beso. De allí, y tras averiguar un poco más sobre los poetas malditos quedé encantado con la literatura, sobre todo aquella que me inspirara belleza y a la vez una desazón. Tal vez de allí mi penosa atracción por la filosofía existencialista. Lo cierto es que movió mis emociones más profundas, supongo que cumplió su trabajo el poema. Mentiría descaradamente si digo que es mi libro favorito o que soy todo un conocedor del tema, y a decir verdad tampoco es el autor que ocupa mis estantes, pero realmente fue significativo para mi personalidad hasta el día de hoy. Alguna vez un hombre que no me cae bien me dijo que la poesía debería ser como un puñetazo en el rostro, no podría describir mejor este hito en mi vida; un golpe directo en mí.Cuarto quinquenio: Anima
“Los libros siguen en el mismo sitio, sin leerlos. Las obras por escribir, que esperen. Estoy sin aliento. Las colillas amontonadas. El café frío. Las copas sin ron. La soledad en todas partes, y en el alma.
(…).
No pasa nada, mi amor. Sobre la terraza vuela un
helicóptero, pero no estoy seguro. Puede ser una mosca. Sólo el reloj me habla
de este minuto de la eternidad en que tu párpado se cierra y la tierra
desaparece. Sucedía cuando te besaba y éramos felices. Tal vez ahora seas feliz
en otra parte, sin mí. ¿O eres infeliz? Entonces, ¿qué hacer para seguir
viviendo?
En lugar del revólver voy a la tienda de la esquina y me
compro un almanaque Bristol con una copia de Modigliani que se te parece, como
quien compra una libra de sal para la sopa.
Te cuelgo de la pared y me duermo mirándote” (Gonzalo Arango)
Vaya épocas románticas, eh. Supongo que en algún punto
todos cargamos con ese lastre, a algunos los avergüenza más a otro menos, en lo
personal, me avergüenza mucho más. Nunca voy a olvidar una escena que observe riéndome
en un parque: una pareja joven besándose en el pasto y a su alrededor restos de
basura asquerosa. ¿Gracioso o metafórico? El hecho es que ellos se veían
felices, tal vez yo también me veía feliz. No lo sé. Valoro mucho esa etapa ferviente
y aquella persona que me lo mostró. Esta etapa represento apertura, el mundo me
recibe con brazos abiertos y me abraza con calidez. Calidez que hace que tenga reminiscencias,
que recuerde: ¿cómo hablar de ti mismo sin recuerdos?
Quinto quinquenio: Nieve
Claramente, no podía faltar el cliché de clichés; el día en que conocí la nieve. Es casi tan cliché como la luna en “poemas”. Pero claro, recuerdo sobre todo lo que me produjo al verla por primera vez: era blanca, muy blanca, como una hoja de papel. Aunque, sinceramente, lo que más me sorprendió fue lo cálida que era, carajo no era tan fría como lo imaginaba, sudaba como res dentro de ese traje de nieve. Ah bueno, también estuve esquiando por allá, divertido, pero muy rápido pues llegamos tarde, una pena. Ese día descubrí que era bueno para algún deporte, al menos innatamente.
No puedo dejar de pensar en qué hubiera pasado si aquí nevase o si la nieve fuera lo común. ¿Acaso la tierra seca se nos haría exótica y romántica?
Epitafio en vida: " Quand partons-nous pour le bonheur?"
Crónica,
los rasguños son tinta:
Por:
Juan Pablo Villamil Botero. En: crónicas
para decepcionados.
Hay
tres rasguños sobre mi pared, uno al lado del otro comparte la paradójica
existencia de vivir producto del desarraigo. Las estrellas iluminan los poros
de una piel rota, el corazón late al son de los tamborileros, el asesinato
continúo de células cárnicas sepultadas en el borde de las uñas. En el índice
descansa la manta clavicular, en el anular reposa en sus aposentos las cobijas
mamarias, en el corazón fenece la esperanza de llegar a él.
Al
tiempo, la izquierda coquetea con la espina dorsal, perfila las inquietudes de
la piel que resguarda el sudor.
Allí,
en la flexibilidad cárnica, en la excavada y rebuscada posibilidad de ser hojas
multicolores, busco versarte, escribirte, mutilarte en mensajes.
Antes
de empezar, se desenmascara lo epifanía, se derrumban las falaces profecías
dionisiacas, la nada más grande del mundo se revela. Un golpe en la nariz
cargado de sinceridad noquea el rostro de las pasiones. Somos infelices.
Así,
imprimo sobre tu piel a modo de venganza una frase leída en un libro empolvado
y originaria de la lengua nasal: Quand partons-nous pour le bonheur?
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