martes, 21 de julio de 2020

Autobiografía ficcionalizada de Estercita Remolacha

Por: Jaqueline Sánchez Toro 





Primer quinquenio: Mi agüita amarilla


 

Estercita mil nombres menos el suyo.Estercita tiene mala memoria, pero muchas cosas, olores, lugares, sonidos y personas le hacen chispas en las neuronas con imágenes y sensaciones borrosas de su vida. Es normal verla sonreír, como quién ríe sola de la nada. Siempre le dicen: “de qué picardía se acordará”. Es el hazmerreír de las reuniones familiares, siempre contando las mismas historias una y otra vez, de la rememorización aprendió a reírse de sí misma. Tiene recuerdos leves de esos momentos, pero también siente que esas historias han sido tan manoseadas que ya no sabe si sus recuerdos son propios y también tiene la sensación de que finge que no los recuerda para guardar de ellos el asombro de darse cuenta de que así era. El amor-dolor de su familia la mantienen a flote, “Nosotas las mejeres le enseñamos a los hombres karate, boxeo amor y coqueteo”, cantaba de pequeña en las comilonas famisociales, como cuál centro de atención. “Nosotas las mejeles”, le llamaban sus tíos, parientes de parientes, vecinos, quién sabe si hasta Bazuco el perro vagabundo, fiel y peludo de la casa. Esos tiempos era cerveza pa’ aquí, chica pa’ allá, mientras todos los mocosos jugaban con palos y aserrín. También le decían chiva porque era bien verrionda, le encantaba que le dijeran así sin importarle que fuera el hazmerreír de todos, tanto que cuando la llamaban por su nombre exigía a grito entero, “¡Yo no me llamó Estercita, me llamo chiva!” aunque odiara la leche de cabra ¡Bluagh!

 La casa en la que vivió en su primer quinquenio era gigante y vieja, decían que antes era una cárcel en el que había muerto mucha gente, pero en ese tiempo era el lugar más divertido del mundo, olía a madera y jugaba a la panadería de pan de madera con sus primos y hermana. Su madre fue rescatada con dos hijas, la chiva y doña mandona, gracias a su hermana que temía que desapareciera la luz de los mares por completo, la tía rucasmarucas se la trajo de su pueblo natal,  calientito y endulzado con caña de azúcar y producción de panela artesana, hacia otro pueblo, pueblo paleta; donde su madre se recuperó y se hizo valiente en los primeros años de vida de Estercita, aún mantiene la luz de los mares encendida, aunque a veces su luz brille opaca. Esa casota, dentro de otra casa, dentro de una fábrica, dentro de un almacén, era y sigue siendo La clínica a del mueble donde se cocinaban panes, pasteles de aserrín, se salvaban vidas de personas y muebles viejos.

 Su pueblo, pueblo paleta, es tan frío, ahora no tanto como antes, pero siempre le echaba la culpa a los helajes o al sueño aliviador en el que iba al montecito a regar las plantas con su agüita amarilla, o el sueño en el que aparecía el lobo cheveroni susurrándole al oído mi agüita amarilla cálida y tibia… Para no decir que olvidaba, a propósito, ir al baño antes de dormir porque le aterraba el solo hecho de imaginar que le jalara las patas algún fantasma exconvicto. Por eso le decían “cuquitanomás”, porque eso le gritaba a la madrecita luz de los mares cuando la levantaba en la madrugada a bañarla con agua fría en el lavadero por orinarse en la cama. Eso cuenta el tío bailarín y comelón remedando como hacía. La madrecita lo desmentía alegando en su defensa que siempre bañaba a cuquitanomás a esas horas con agua caliente y la dejaba lista con su uniforme de la pequeña aldea antes de irse a trabajar.

Le decían chiva, dizque porque estaba más loca que una cabra, Estercita no tiene imágenes en su memoria de haberlo hecho, pero sí recuerda las medias cachemires con muñequitos a los lados de su traje elegantón de pana igual al de su hermana, el de ella azul y el de su hermana verde. Decían que la encontraban en el cuarto rompiendo las medias a punta de muela, no sabe si eran esas medias o todas las medias, pero recuerda que odiaba que la vistieran igual que a su hermana, ella prefería escoger su ropa y que no la uniformaran o, tal vez, solo desfogaba sus berrinches rompiendo los chiros. Doña mandona fue su compañera de vida, siempre estaban juntas y a la ves distanciadas, no recuerda mucho de ella en esos primeros años, pero sí piensa que no debió ser fácil que con tan solo dos años mayor que Estercita, cargó con la responsabilidad de cuidar a su hermana menor y que ella nunca le hiciera caso de nada. Se acompañaban en el dolor de la ausencia de una madre soltera que trabajaba todo el tiempo para darles las mejores comodidades y la ausencia de un padre que siempre mentía y las dejaba plantadas esperando en la puerta de la casota vestidas de ilusión con sus mejores trajes domingueros para pasear con su padre. Dos niñas que crecieron bajo el calor de hogar que no era el suyo y una madre que demostraba su amor con su esfuerzo y trabajo diario. Pero, aun así, la inocencia siempre estaba al orden del día, porque, aunque las distanciaran experiencias y emociones diferentes, en su papel de hermana mandona, entre travesura y sacada de lengua, solo era menester de que transcurriera nada menos que una hora para que todo quedara olvidado para unirse en esa compañía incondicional y rodeadas de familiares con un corazón gigante.

 

Segundo quinquenio: el castillo de fuego dulce.

 

Los mocosos pal el castillo. Era el lugar favorito en el mundo para Estercita y sus primos, la abuela estrenaba casa, ella había intercambiado el hogar de negro y pechichona, los caballos de la finca, donde antes estaba su casita vieja hecha de ladrillos de barro, ahora iba a ser la casa de doña señora pechichona. La casa de la abuela no podía ser mejor para 6 mocosos que ya dejaban de ser tan moscosos, ya no era de tres cuartos pequeños para albergar a sus 5 hijos y 6 nietos que todos los años se reunían para celebrar el nuevo año, los cumpleaños del abuelo y quemar el año viejo que ayudábamos a hacer con la ropa que ya no nos quedaba y con la ropa vieja de trabajo del abuelo. Ahora había un cuarto más, ¡un baño! y una sala grande para los festejos de fin de año. 

Estercita y sus primos eran enviados a pasar vacaciones de fin de año en el castillo de fuego dulce, eran casi dos meses en el que descansaba de la pequeña ciudad paleta y se endulzaba con caña de azúcar, panela y unos buenos rallos de sol que le quitaban ese tono medio blancuzco amarillento de su piel, para llegar al colegio como toda un trigueña. No solo era diversión, hacer fogatas, encaramarse en los arboles para bajar guamas, mangos, montar a pechichona de aquí pa’ allá, cuando había cañas para moler, toda la finca se preparaba para la molienda y la abuela y el abuelo tenían 5 obreras más junto con el único hombre, el primo mayor y brabucón. La pelea era quién quería hacer tal cosa, para cada tarea había dos ayudantes, unas tenían que salir de la vereda e ir al pueblo a comprar lo que hiciera falta para la comida de los obreros, otras ayudaban en la cocina, Estercita y su hermana apilaban caña en la enramada porque les encantaba estar encaramadas en la pilas y hablar mierda, la prima Carmencita, la mayor de la Bayola, llevaba los desayunos y almuerzos a los que estaban cortando y cargando lejos de la casa. Cuando llegaba el fin de semana, el trapiche empezaba a las doce de la noche su tacataca tacataca y ya nadie podía dormir. A Estercita le gustaba levantarse y ayudarle a su abuelo y a su padre que a veces iba al castillo a trabajar con sus abuelos. El olor de la enramada en acción, el olor del sol saliente mientras salía la primera carga de panelas eran sus favoritos. Estercita era la de oficios varios de la molienda, además de preguntona y chismosa, a todos ayudaba a lo que hiciera falta, a veces pasaba el bagazo mojado, alcanzaba las cañas para que las metieran al trapiche, guardaba las panelas en las cajas, pasaba bagazo seco a su padre que siempre le gusto controlar el fuego de la hornilla para que la cocha no se quemara. En este quinquenio, Estercita pocas veces iba a la finca de su padre, pero sí salían con su hermana al pueblo y a visitar a su tía y primas paternas que tenían una tienda de cerveza y una cancha de tejo gigante donde se la pasaba su padre, el campeón del tejo y de echar gayos de pelea. Nunca se sentía cómoda con la abuela paterna ni en su finca, no entendía por qué a su hermana sí le gustaba, solo le caía bien su abuelo que era más bien calmado, contaba historias y era chistoso. No solía pasar más de 5 días en casa de su padre y abuelos en todo el tiempo de vacaciones, aunque sabía que ir allá era la oportunidad de pasar tiempo con él y conocerlo, de este tiempo recuerda el amor inocente que sentía hacia su padre, que nunca hablaba de la separación con su madre, habían pasado casi 8 años y él aún reflejaba en su mirada la rabia y el dolor de una esposa raptada por quién sabe qué monstros destructores de hogar.  

Se acababan las vacaciones las fiestas comilonas de fin de año y las familias volvían a sus hogares y rutinas diarias. Estercita ya no vivía en la casota dentro de otra casa dentro de una fábrica dentro de un almacén, sino en una casa pequeña frente al comando de policía de pueblo paleta con los dos hermanos menores de la madrecita luz de los mares. La escuela era como un deber más al que no le prestaba mucha atención, no era ni mala estudiante ni buena estudiante, no se la tomaba muy enserio y a veces capaba clase, decía una que otra mentira a su mamá, como cual estrategia planeada con sus amigas, una ponía la casa para pasar toda la mañana allí, se encontraban en la entrada y se iban para la casa de la amiga y decían a su madre que no había clase. Cuando notificaban que salían temprano Estercita no decía a su mamá y se iban con casi medio salón para el parque o casa de alguno de ellos, en ese tiempo era muy famoso jugar pico botella, escondidas americanas, para Estercita todo era juego travesura y compartir con amigos. Jugar hasta tarde en el barrio, antes que su mamá llegara del trabajo, como era en frente de la policía los padres sentían seguridad, los andenes y calles eran el centro social de todos, su hermana era la que le recordaba los deberes de la casa y de la escuela y también estaba la mayoría del tiempo en el trabajo de la madrecita. Estercita vivió su segundo quinquenio llena de frivolidades como una especie de adolescencia prematura que solo vivía el día.  

 

Tercer quinquenio: ¡Con el equipo no se metan!


La madrecita siempre se las arreglaba para estirar la plata y que alcanzara para lo necesario, siempre he creído que hace magia con poco dinero, era excelente administradora del hogar nunca nos faltó ni sobró nada, incluso había para uno que otro gustico. Así aprendió a vivir Estercita sin lujos, pero sin falta de lo necesario para vivir. Había un pequeño televisor que poco se prendí, pero un equipo Philips que siempre estaba prendido con la radio de baladas, salsa y rock en español. Era un Philips con radio, caseteras y tocadiscos, pero siempre se escuchaba la radio porque no se usaba el dinero para comprar caset y discos. Cuando nos enteramos que la madrecita estaba embarazada fue toda una sorpresa, Estercita y su hermana sabían quién era el sujeto, pero la madrecita, como siempre reservada, mantenía una relación con un señor mucho mayor que ella casi en secreto. Cuando la Pulita tenía un año, cambiaron de casa a un conjunto de edificios amarillos, ahora había la figura de un padre, una nueva hermana y mejores comodidades, Estercita ya tenía un cuarto propio y entraba a la secundaria, solo bastó con pasar de sexto de primaria, tener un prospecto de padrastro, una hermana a quién recoger del jardín, una madre en casa haciendo el papel de ama de casa, el alegato de hermanas de que no se botara el equipo, para entender que su vida había tomado un giro inesperado. Estercita empezó a tomarse el colegio un poco más enserio, al menos allí nunca se atrevió a capar, quizá una que otra clase, química, ese viejito era desesperante, pasaba las recuperaciones con su propio esfuerzo y con buena nota porque ese viejito solo alegaba y no enseñaba nada. La resistencia de Estercita y su hermana para que no se botara el equipo duró unos cuantos años, ellas mismas eran las que le metían mano cuando este tenía una que otra molestia, hasta que el pobre se dañó y no tuvo más arreglo. Se sentía como si la ausencia de ese equipo les recordará el cambio de vida, una nueva hermana, una madre en casa, un padrastro a quien conocer y la ausencia de música en su casa.  


Cuarto quinquenio: Jafar

 

Jafar llegó a la vida de Estercita sin darse cuenta, por lo general andaba por la vida sin darse cuenta, para ella todo era efímero y lleno de frivolidades un tanto prematuras, callejear, amigos, juegos, bebidas, música y uno que otro amorío no muy enserio de besos nerviosos y coquetería. Jafar fue la apertura de una forma de entender y sentir la vida, descubrió las mariposas en el estómago, ahora era consciente que las emociones se perciben ampliamente en las vísceras. la Estercita se enamoró profundamente de un mamerto, curioso, brabucón, sensible, un tanto intrépido y muy nerd que le gustaba explorar y aprender muchas cosas. En la familia de Estercita no había ni internet, ni computador, ni libros, ni música, ni ninguna mirada intelectual preocupada por el futuro y el cultivo del ser, ninguna charla de qué quieres ser, hacer, nada, siempre fueron muy independientes las unas de las otras y las decisiones del qué hacer o que no hacer eran propias. La madrecita solo ponía el coscorrón cuando veía que se pasaban de la raya y le tranquilizaba que sus retoños se rodeaban de personas confiables, sin embargo, su luz de los mares siempre tenía la forma de dar ejemplo sobre lo que es bueno y malo. El colegio no ayudaba mucho, pero de este pasó como una tarea más que hay que entregar para tener una nota y de pocos profesores tiene buena estima como personas, por su puesto la profesora de filosofía fue una de estas. Jafar estaba en un colegio que se preocupaba por el aprendizaje de los estudiantes y se podía comparar las diferencias de una educación comprometida, de otra educación de paso y estandarizada. Jafar le compartía libros y hablaban, de vez en cuando, de cosas serías, asistían a una casa cultural y con su hermano y amigos retequepilos organizaban recolectas de juguetes para los niños más necesitados de las periferias del pueblo, también uno que otro canelazo y cuentearía en el parque, marchas revoltosas del primero de mayo, ¡el pendejo se quemó una mano haciendo papas! Fiestas y tomar guaro en los andenes, Jafar y Estercita solían  tomar juntos desde veraskaya, guaro y vino, compartirse cartas y pasar toda la tarde en cama.  Salir del colegio fue un cambio que se sabía, pero no querían ver, la separación fue dándose de a poco y sin querer darse cuenta. Él en la universidad del búho ocupado y viajando de pueblo paleta a la ciudad y Estercita trabajando a tiempo completo en un almacén, ya trabajaba antes de salir del colegio para sus cosas, así que eso fue lo primero que hizo después del colegio. Finalmente, la separación fue total, ambos lo entendían, ritmos de vidas muy diferentes, una juventud con mundos nuevos que explorar, que se truncaban con el intento de sostener la mano del primer amor y una carta con palabras insensibles de desamor que escondían el llanto y el amor más lindo que Estercita pudo haber experimentado, le despertó una sensibilidad en las vísceras que no pude entender. De él aprendió mucho, equilibrar el lado frívolo con las cosas importantes de la vida y siempre agradeció, que, de ese sentimiento tan incondicional, le transmitiera el amor por la lectura, la música y preocupación por las causas comunes.     

 

Quinto quinquenio: Adiós pueblo paleta


Para Estercita no es un acontecimiento muy reciente pero sí el más importante entre otros más. Su familia se fue a vivir a la ciudad de Bogotá, porque la madrecita decidió abrir un negocio que no veía viable en pueblo paleta. Para Estercita fue una decisión que le favoreció ya que estaba ahorrando para entrar a hacer la carrera de diseño de modas, siempre le gustó la independencia, hacer cosas con sus manos y las cosas creativas, además veía en esa carrera la oportunidad de ganar dinero por su cuenta y así poder comenzar una carrera de ocio como la de filosofía, pero todo mal, la escuela de diseño era muy costosa de mantener y no se sentía a gusto con el diseño de modas y sus intereses meramente económicos. La decisión fue difícil porque no sentía que valiera la pena endeudarse más por esa carrera. Sabía muy bien que no poseía los conocimientos necesarios para presentarse a la universidad del búho y a la universidad de los maestros, lo hizo, pero todo mal. Luego mientras trabajaba para pagar la deuda anterior, pensaba sobre qué iba a hacer con su gusto e interés en la filosofía, para ella era un gusto que le ampliaba la mente, lo sentía en las vísceras, le ayudaba a verse, ver y entender las realidades del mundo. La Bogotá caótica, sin amigos, sin primos y tíos, sin mariposas en la panza, más bien gusanos enredándose en las tripas, la madrecita trabajando todo el día de nuevo y enviar a la mierda al padre de Pulita que ya no podía ocultar lo cabrón y el infierno en vida de la madrecita. Introducción a la historia de la filosofía de señor Hegel, El origen de la familia la propiedad privada y el estado de señor Engles, Camus, Hesses, Beauvoir, Sartre, Dostoyevski, Nietzsche, Sábato, Huxley, Asimov, Borges. La madrecita, padre, hermana y tíos por fin respondieron a las preguntas sobre el pasado, Estercita sintió como salir de la caverna y sentir el ardor enceguecedor de la luz en los ojos. Muchas verdades, memorias y dolores salieron de la oscuridad, Estercita no aguantó y enfermó, estuvo en cama durante el paso de muchas lunas llenas. Para Estercita la filosofía y la literatura siempre estuvo a su lado dando forma a un camino por recorrer, no la veía como una profesión hasta que comprendió que esta tenía un en sí misma un valor educativo y social que consideraba valioso por lo que había hecho esta en la vida de Estercita. Emprendió el camino, trabajó con la madrecita, ahorró y de repente estuvo por accidente en un semestre de literatura, endeudarse no era nada lindo así que decidió presentarse por última vez y, esta vez, solo a la universidad de los maestros, entrar fue una felicidad y alivio ¡grandotote! Estercita aun recorre el camino escogido, con viejos amigos de infancia y nuevos amigos colegas, lidiar en recorrido con los fantasmas de una enfermedad en el alma, acontecimientos, unos no tan agradables que siguen dando giros inesperados a su vida y otros que la inflan de amor y le permiten inyectar sus días con alegría. 

Epitafio en vida: Al cabo que sí quería. 



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