domingo, 19 de julio de 2020

Autobiografía ficcionalizada de Willy

Autobiografía ficcionalizada de Willy

Por: William Palacios

Ya sea que yo resulte ser el héroe de mi propia historia o esto le corresponda a alguien más, estas páginas no dirán mucho.

Primer quinquenio: lo importante.

  • No te parece un bello día.
  • Puede que sí, pero el día de hoy cumplí 5 años.
  • ¿Y no estás feliz por eso?
  • Sí lo estoy. Pero…
  • ¿Pero qué? ¿Te pasa algo?
  • ¿Por qué solo en los cumpleaños se reúne mi familia?
  • Porque es una situación especial. Cuando alguien que quieres mucho cumple años, lo mejor que puedes hacer es acompañarla.
  • Yo entiendo eso. Pero no era lo que quería decir. No importa. ¿Quieres jugar con mis digimones? También tengo a Gokú y a Vegeta.
  •  ¿Y a qué jugamos?
  • Yo los tiro desde el segundo piso de mi casa al primero, cojo una pita larga e intento subirlos yo estando arriba. ¡Es muy divertido!
  • Claro, pero te digo que soy muy bueno desde las alturas.
  • Pues claro -el niño sonríe-, eres muy alto.
  • ¿Y dónde están tus juguetes?
  • Los tengo en mi cama. Pero no los vayas a perder o a dañar. Mis primos siempre vienen y me dañan mis juguetes. Hoy casi me dañan mi moto.
  • No te preocupes, no me gusta dañar los juguetes de los demás.
  • Espero que sea verdad.
  • No sabía que también tenías a Broly y a Pan, ¿no vamos a jugar con ellos?
  • ¡No!
  • ¿Y por qué?
  • Porque ya mis primos los dañaron y no los quiero dañar más. A Broly le quitaron el pelo y a pan un pie. Ellos nunca cuidan las cosas.
  • Te entiendo. ¿Y cuantos digimones tienes?
  • Seis. ¿Te cuento cuáles son?
  • Sí, si quieres.
  • Mira este es… y este es… (La memoria no alcanza, el juego es lo importante, no sus pequeños detalles)
  • ¿Y quién te los regaló?
  • No sé, siempre han estado conmigo. Aún tengo la caja en la que venían. Vamos a jugar.
  • Listo, y ¿quién gana?
  • ¿Ganar? Supongo que el que coja más muñecos. Casi siempre juego solo.
  • Ok, ¿tiramos los juguetes desde arriba o los bajamos?
  • Desde arriba, es más divertido que caigan, a veces se ponen en lugares que son difíciles de coger. Una vez cayeron debajo de las escaleras dos, yo no bajé a moverlos sino que intenté desde arriba. Y ¿sabes qué pasó? ¡Los cogí a los dos a la vez! Es que soy muy bueno.
  • Entonces estoy en presencia de un experto.
  • Tal vez. Es que de verdad soy muy bueno.
  • Listo, vamos a jugar.
  • Sí, pero espera, se me olvidaba algo. Mi mamá, con ayuda de mis tíos, me dieron un casete. Me gusta escucharlo mientras juego. Es que cuentan historias muy raras, pero divertidas.
  • ¿Y qué historias son esas?
  • De animales, pero son animales que hablan. Hay gatos, hay un pato, hay ratones y hay una pobre viejecita. Ella no es un animal, aunque hace poco mi tío Yeison me dijo que nosotros somos animales. Yo no sé si creerle porque mi mamá me regaña cuando digo patas en vez de pies, y me dice que las patas son para los animales o las mesas. Entonces no sé.
  • ¿Y a quién le crees más?
  • Pues a ninguno. Le creo a Lisa. Ella dijo que una rosa seguiría oliendo a rico sin importar el nombre que le ponga. Yo digo pies cuando está mi mamá y patas cuando no. Es gracioso ver que todos me entienden.
  • Eso es muy cierto. Patas o pies, eso no importa, lo importante es que te entiendan. ¿Y dónde tienes el casete?
  • Mi mamá siempre lo guarda en un cajón de su mesita. Allá mis primos no lo dañan. ¿Me ayudas a bajar la grabadora? Es que está muy alta.
  • Claro, ¿y a dónde la ponemos?
  • En mi cama, allá la puedes conectar. Aquí pones el casete.
  • ¿Y luego le presiono este botón?
  • Sí, ¿Cómo sabías eso?
  • Alguien antes me dijo. Alguien a quien quiero mucho.
  • Tal vez tienes una igualita y por eso sabías.
  • Esa es una buena idea. El hombre sonríe.
  • Listo, todo está listo. Ahora sí vamos a jugar. Yo quiero tirar a Gokú y a Vegeta, ellos son muy fuertes y puede que tú no puedas tirarlos…

De fondo se escucha: 

Segundo quinquenio: la compañía y el paisaje.

  • ¿Ya descubriste si somos animales o no lo somos?
  • Mi madre siempre me dice que lo más cordial cuando uno se acerca a alguien es saludar. Buen día.
  • Perdón. Hola. Te vi y te reconocí de inmediato. Ya hecho lo que tu mamá nos dice, puedes responder a mi pregunta.
  • Ya ni recordaba que alguna vez me había preguntado eso. Es que ya tengo diez años. Ya son muchas cosas que recordar. Pero te puedo decir que sí somos animales. Nuestro nombre de animal es Homo Sapiens.
  • Me sorprendes, debiste aprender esto aquí, ¿cierto?
  • Mira que no, aquí en la biblioteca he aprendido mucho, pero eso no fue acá. Lo aprendí en la tele. Estaban dando un programa en el que explicaban de dónde venimos. En el programa decía que todos los animales van evolucionando, así como los digimones.
  • ¿Con que recuerdas ese día?
  • Obvio, aunque tengo ya muchas cosas que recordar, no podía olvidar ese día. Fuiste muy malo jugando. Apenas pudiste recoger dos muñecos.
  • Lo recuerdo como si fuera ayer. Fue un pésimo día para mí.
  • Lo bueno es que hoy no vamos a jugar nada, lo digo para que no tengas otro pésimo día. Además, aquí no se puede jugar. Cuando mi hermana Paola viene nos toca dejarla en la hemeroteca porque no me deja leer. Ella es muy inquieta.
  • ¿Paola? ¿Ella dónde está?
  •  En San Juan, está con Vivi y mi papá en la finca de mis abuelos.
  •  ¿Y tú por qué no estás allá? 
  •  Porque hoy era mi último día antes de entrar a vacaciones, y le dije a mi mamá que nos fuéramos hoy y ella me dijo que ya estaba muy tarde y que era mejor mañana. Yo me puse bravo y me vine para acá para ver si se me pasa el día rápido.
  •  ¿Y tu mamá te trajo?
  • No, nosotros vivimos aquí cerquita. Mi mamá solo me preguntó que si iba para la biblioteca. Yo le dije que sí. Casi siempre que me aburro en la casa vengo aquí.
  • ¿Y por qué tu papá y tus hermanas están en la finca de tus abuelos?
  • Porque mañana Paola cumple 4 años. Todos le dicen que ya está grande, pero eso es mentira. Aún es una niña.
  • ¿No te gusta que le digan que está grande?
  • No porque ella se lo cree y luego no querrá estar conmigo. Ella es muy divertida y me gusta jugar con ella. Además, son solo cuatro años. Mis abuelos tienen más de 50, eso si es estar grande.
  • Cuando Vivi cumpla los 4 años también le dirán eso. Los adultos le dicen eso a los niños para que ellos se emocionen por sus cumpleaños, no olvides que ese es el día en el que nacieron.
  • Sí, pero 4 años no son mucho.
  • ¿Y qué le dirás cuando tu hermana esté cerca de cumplir 18? ¿Ya dirás que está grande?
  • Puede que sí, pero para eso falta mucho.
  • Es cierto.
  • No puedo esperar irme a San Juan. Allá, en la finca de mis abuelos, hace mucho calor, pero uno se divierte mucho. Acompañamos a mi abuelo a ordeñar, cogemos los huevos de las gallinas, ayudamos a mi abuela a pelar maíz, bueno, Vivi no puede, ella se la pasa corriendo detrás de los pollitos.
  • Veo que te gusta ir allá.
  • Sí, además de estar con mis hermanas, mis papás y mis abuelos, me gusta ir porque allá siempre veo bonitos paisajes. Desde allá se puede ver el río Magdalena y algunos nevados. Mi papá me contó que cuando pasó lo de Armero, en la finca de mi abuelo cayó cenizas. ¡Qué miedo!
  • Por lo que me cuentas, de verdad te gusta ir allá.
  • Siempre me ha gustado. Allá todo es diferente: el aire se siente más caliente y rico. Casi no hay televisores, en algunas fincas incluso no hay baños. A uno le toca ir al campo. Hay muchos animales y el viento suena muy bonito. ¿Cómo no me va a gustar ir?
  • Como me gustaría ver todo lo que me dices y de la manera cómo lo ves.
  • Aquí en la biblioteca hay un libro sobre Colombia. Cuando hablan de Cundinamarca mencionan todos los municipios. Hay una foto que se supone la sacaron de San Juan. ¿La quieres ver?
  • Claro, me encantaría.
  • Ya te traigo el libro. Sé dónde está.
  • ¿Te ayudo en algo o solo espero acá?
  • ¿Me ayudarías a traerlo? Es que es un libro muy pesado.

Luego de encontrarlo, llevarlo a una mesa y buscar la foto, los dos contemplan maravillados la imagen:

Tercer quinquenio: dudas, más dudas y solo dudas.

  • Hace años que no te veía. Has crecido mucho. Ya debes estar cerca de los 16 años.
  • Sí, pero ¿quién es usted?
  • No me sorprende que no me recuerdes. Debes tener la cabeza en otro lado. La última vez que nos vimos nos entretuvimos con un libro sobre Colombia.
  • No lo recuerdo muy bien. Era cuando no me había dado cuenta de que la vida era una mierda.
  • Wow, apenas tienes 15 años para decir eso. Recuerdo también que ese día dijiste que tus abuelos sí eran grandes porque tenían más de 50 y tú apenas con 15 años crees saber que la vida es una mierda.
  • ¿Acaso no es así? Por lo que veo, ya has vivido lo suficiente como para que no te hayas dado cuenta de eso.
  • Pues sí, ya me di cuenta, pero no me pongo a quejarme y a decirlo a diestra y siniestra. A veces decir lo obvio, lo vuelve más obvio. Aunque creo que puedo adivinar porque estás así.
  • A que no. Por ahí dirás que son problemas de la adolescencia: eso es obvio. Debías escuchar lo que dices.
  • Hoy peleaste con Diana. No sabes muy bien porque fue. Estaban hablando de la relación que ella tiene con Dayron, le dijiste que no fuera tan boba y ahí comenzó todo.  
  • ¿Cómo putas sabes eso?
  • Si te digo, no me creerás. Por el momento diré que me lo dijo alguien cercano a los dos. Lo importante es que efectivamente es eso. Yo sé que lo que te voy a decir no lo entenderás aún, pero eso son pequeñeces. Esas peleas pasan todo el tiempo, y más entre personas que comparten mucho de su vida.
  • No quiero hablar con nadie. Siempre me dicen las mismas cosas: ‘ten paciencia, cuando los dos estén más tranquilos todo se solucionará. A mí esas palabras no me dicen nada.
  • Sabes que es lo peor, esas palabras las dirás en el futuro. Y se las dirás a muchas personas que quieres.
  • Espero que no sea así. Y tengo afán, quiero irme a casa.
  • No es cierto. No tienes afán y no quieres ir a tu casa. Si en el colegio sientes que no puedes ser sincero, en tu casa menos. Allá no hablas con tus papás y crees que tus hermanas no te entenderán.
  • Ya me estoy asuntando ¿cómo sabes todo eso?
  • Piensa en aquellas personas que sí saben eso, tal vez ahí está la respuesta de por qué sé todo esto.
  • ¿Diana te contó? Pero si apenas salimos hace poco del colegio. Ya sé, fue Florez. Pero yo confío mucho en él.
  • Si ves, te concentras en los detalles. A veces los detalles no dicen mucho. Lo importante es que no sabes cómo lidiar con esas dos situaciones. Te abrumas. Me dijiste que siempre te dicen las mismas cosas. Te prometo que, si haces las preguntas adecuadas, yo te diré cosas que nadie te ha dicho.
  • Si te soy sincero, de verdad no quiero hablar con nadie. Pero tampoco desaprovecharé la oportunidad. Solo te haré dos preguntas. ¿Trato hecho?
  • Dale, solo con una condición. Esa tula que llevas, no la tires. Será una gran compañía. Espero que la tengas cuando nos volvamos a ver.
  • No entiendo esa condición, pero la acepto.
  • Entonces, pregúntame.
  • Estoy entre la espada y la pared. Quiero decir muchas cosas, pero me he dado cuenta que muchas veces me ha traído problemas. ¿Sigo siendo sincero o es mejor callar en algunas situaciones?
  • La sinceridad es tanto para cobardes como para valientes. A nadie le gusta escuchar cosas que le duela, pero a todos nos gusta decir cosas que lastiman. Tú no estás alejado de esto. Claro que puedes cambiar esto, pero siempre habrá dolor. Ahora lo que tienes que hacer es saber lidiar con tu dolor y reconocer la condena que tenemos al ser seres de palabra y de silencios.
  • ¿Qué? No te entendí muy bien. ¿Sigo siendo sincero o no?
  • ¿Quieres solo que te diga sí o no? Eso es lo que muchos te dirán. Yo te prometí que te iba a responder con cosas que nadie te había dicho. Para mí, la pregunta no es si sigues siendo sincero o no, sino si realmente estás dispuesto a soportar tanto la carga de la sinceridad como la del silencio.
  • Definitivamente no te entiendo. Mejor dejemos las cosas así. Me voy.
  • Igual hiciste las dos preguntas. Eres un hombre de palabra. Te felicito.
  • Si tú lo dices. Adiós.
  • No olvides la condición: no pierdas esa tula, será una gran compañía.

Han pasado casi 10 años y esa tula sigue guardando conversaciones extrañas.

Cuarto quinquenio: amor canino

  • ¿Cómo se llama tu perro?
  • No he olvidado lo que me dijiste hace más de 5 años. Te anuncio que decidí estudiar filosofía. Aún no te entiendo muy bien, pero al menos me he acercado más tanto al dolor como a las palabras.
  • Sabía que ibas a tomar ese camino. Te debió ser difícil aceptarlo, pero no pudiste aguantar la tentación. El miedo a ser ignorante siempre te ha asustado más que tener una vida infeliz.
  • Pues mejor descripción no puedo hacer. Aunque no niego el carácter liberador que significa asumir a veces una postura estoica.
  • ‘Postura estoica’ ¿Qué palabras son esas? No puedo creer que seas la misma persona que hace un par de años me dijo que la vida era una mierda.
  • A mí también me sorprende. No hace mucho descubrí que a veces sufrimos porque lo queremos. Obviamente no conscientemente, pero tampoco hacemos mucho para percatarnos que no es tan grave como parece.
  • Has cambiado mucho, aunque tienes esa misma aura que tenías de niño. ¿Aún sigues diciendo pies cuando estás con tu mamá y pies cuando no?
  • Tengo que aceptar que sí. Siempre lo tengo que pensar dos veces cuando estoy hablando con mi mamá. Es muy gracioso cuando no lo pienso. Mi mamá ya no me corrige, pero me lanza una mirada desafiante.
  • Así es ella, el silencio es una de sus grandes virtudes.
  • Ah, por cierto. Se llama Coqui.
  • ¿Cuántos años tiene?
  • Tiene 8 años. Hablando de estoicismo, ese perro es uno de ellos. Parece que sabe muy bien qué está bajo su control y que no. Mejor compañía canina no pude haber tenido.
  • Eres muy afortunado de convivir así con él. De seguro los dos se necesitan.
  •  Yo sí necesito de él, pero no sé si él de mí. Pero eso no me importa: mi amor a él es un idilio. No necesito pedirle nada.
  • De seguro él de alguna manera te muestra cariño.
  • Sí, con indiferencia. Pero por eso me encanta.
  • Es una manera extraña de esperar cariño.
  • Entre humanos, sí. Pero entre un hombre y un perro, las cosas cambian. Hay enseñanzas que se aprenden en el silencio. Coqui es aquel que me ha enseñado en el silencio.

Ya no hubo más palabras, solo se escuchaban, esporádicamente, los ladridos de ese Beagle indiferente.

Quinto quinquenio: un mensajero divino.

  • Hola, esta vez llegué un año antes.
  • ¿Qué? ¿Por qué dices eso?
  • ¿No te habías dado cuenta que siempre aparezco en tu vida cada 5 años?
  • Oye, sí. Qué estúpido puedo llegar a ser a veces.
  • Eso es muy cierto.
  • ¿Y por qué esta vez no esperaste los 5 años?
  • Por capricho. Quería saber cómo te va con Gabriel.
  • Ese chinito sacó el mismo genio que Karol. Mamá e hijo condenados al mal genio.
  • Tú tampoco te quedas atrás. No niegues eso. Pero dime más de cómo te va con Gabriel.
  • Pues el nombre de él puede a describir brevemente lo que ha sido. Desde su nacimiento, ha sido el mensajero de dios. Gracias a él he accedido a emociones, pensamientos y preguntas que se acercan mucho a preocupaciones divinas. Antes de ser padre, vivía para mí, ahora me preocupo por la inmortalidad. Antes de ser padre, buscaba cosas que solo me agradaban a mí, ahora intento hallar resquicios de sabiduría. Antes de ser padre, deseaba vivir, ahora deseo convivir. Ya son dos años en esa travesía y desde que comenzó siento que he puesto en jaque a mi memoria. Ella intenta desesperadamente alejarse de algunos recuerdos para darle espacio a Gabriel, pero la obligo a desistir. Esos recuerdos no pueden ser olvidados, Gabriel debe conocer a su padre para que, si en un momento llega a usar su trompeta, lo haga anunciando que los muertos no han sido olvidados. Los recuerdos perecerán en ese llamado de memoria.
  • Te juro que esos recuerdos aún persisten en el…

Epitafio en vida: 


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