Autobiografía ficcionalizada de Willy
Por: William
Palacios
Ya sea que yo
resulte ser el héroe de mi propia historia o esto le corresponda a alguien más,
estas páginas no dirán mucho.
Primer
quinquenio: lo importante.
- No te parece un bello día.
- Puede que sí, pero el día de hoy
cumplí 5 años.
- ¿Y no estás feliz por eso?
- Sí lo estoy. Pero…
- ¿Pero qué? ¿Te pasa algo?
- ¿Por qué solo en los cumpleaños se
reúne mi familia?
- Porque es una situación especial.
Cuando alguien que quieres mucho cumple años, lo mejor que puedes hacer es
acompañarla.
- Yo entiendo eso. Pero no era lo que
quería decir. No importa. ¿Quieres jugar con mis digimones? También tengo a
Gokú y a Vegeta.
- ¿Y a qué jugamos?
- Yo los tiro desde el segundo piso de
mi casa al primero, cojo una pita larga e intento subirlos yo estando arriba.
¡Es muy divertido!
- Claro, pero te digo que soy muy bueno
desde las alturas.
- Pues claro -el niño sonríe-, eres muy
alto.
- ¿Y dónde están tus juguetes?
- Los tengo en mi cama. Pero no los
vayas a perder o a dañar. Mis primos siempre vienen y me dañan mis juguetes.
Hoy casi me dañan mi moto.
- No te preocupes, no me gusta dañar los
juguetes de los demás.
- Espero que sea verdad.
- No sabía que también tenías a Broly y
a Pan, ¿no vamos a jugar con ellos?
- ¡No!
- ¿Y por qué?
- Porque ya mis primos los dañaron y no
los quiero dañar más. A Broly le quitaron el pelo y a pan un pie. Ellos nunca
cuidan las cosas.
- Te entiendo. ¿Y cuantos digimones
tienes?
- Seis. ¿Te cuento cuáles son?
- Sí, si quieres.
- Mira este es… y este es… (La memoria
no alcanza, el juego es lo importante, no sus pequeños detalles)
- ¿Y quién te los regaló?
- No sé, siempre han estado conmigo. Aún
tengo la caja en la que venían. Vamos a jugar.
- Listo, y ¿quién gana?
- ¿Ganar? Supongo que el que coja más
muñecos. Casi siempre juego solo.
- Ok, ¿tiramos los juguetes desde arriba
o los bajamos?
- Desde arriba, es más divertido que
caigan, a veces se ponen en lugares que son difíciles de coger. Una vez cayeron
debajo de las escaleras dos, yo no bajé a moverlos sino que intenté desde
arriba. Y ¿sabes qué pasó? ¡Los cogí a los dos a la vez! Es que soy muy bueno.
- Entonces estoy en presencia de un
experto.
- Tal vez. Es que de verdad soy muy
bueno.
- Listo, vamos a jugar.
- Sí, pero espera, se me olvidaba algo.
Mi mamá, con ayuda de mis tíos, me dieron un casete. Me gusta escucharlo
mientras juego. Es que cuentan historias muy raras, pero divertidas.
- ¿Y qué historias son esas?
- De animales, pero son animales que
hablan. Hay gatos, hay un pato, hay ratones y hay una pobre viejecita. Ella no
es un animal, aunque hace poco mi tío Yeison me dijo que nosotros somos
animales. Yo no sé si creerle porque mi mamá me regaña cuando digo patas en vez
de pies, y me dice que las patas son para los animales o las mesas. Entonces no
sé.
- ¿Y a quién le crees más?
- Pues a ninguno. Le creo a Lisa. Ella
dijo que una rosa seguiría oliendo a rico sin importar el nombre que le ponga. Yo
digo pies cuando está mi mamá y patas cuando no. Es gracioso ver que todos me
entienden.
- Eso es muy cierto. Patas o pies, eso
no importa, lo importante es que te entiendan. ¿Y dónde tienes el casete?
- Mi mamá siempre lo guarda en un cajón
de su mesita. Allá mis primos no lo dañan. ¿Me ayudas a bajar la grabadora? Es
que está muy alta.
- Claro, ¿y a dónde la ponemos?
- En mi cama, allá la puedes conectar.
Aquí pones el casete.
- ¿Y luego le presiono este botón?
- Sí, ¿Cómo sabías eso?
- Alguien antes me dijo. Alguien a quien
quiero mucho.
- Tal vez tienes una igualita y por eso
sabías.
- Esa es una buena idea. El hombre sonríe.
- Listo, todo está listo. Ahora sí vamos
a jugar. Yo quiero tirar a Gokú y a Vegeta, ellos son muy fuertes y puede que
tú no puedas tirarlos…
De fondo se escucha:
Segundo
quinquenio: la compañía y el paisaje.
- ¿Ya descubriste si somos animales o no
lo somos?
- Mi madre siempre me dice que lo más
cordial cuando uno se acerca a alguien es saludar. Buen día.
- Perdón. Hola. Te vi y te reconocí de
inmediato. Ya hecho lo que tu mamá nos dice, puedes responder a mi pregunta.
- Ya ni recordaba que alguna vez me
había preguntado eso. Es que ya tengo diez años. Ya son muchas cosas que
recordar. Pero te puedo decir que sí somos animales. Nuestro nombre de animal
es Homo Sapiens.
- Me sorprendes, debiste aprender esto
aquí, ¿cierto?
- Mira que no, aquí en la biblioteca he
aprendido mucho, pero eso no fue acá. Lo aprendí en la tele. Estaban dando un
programa en el que explicaban de dónde venimos. En el programa decía que todos
los animales van evolucionando, así como los digimones.
- ¿Con que recuerdas ese día?
- Obvio, aunque tengo ya muchas cosas
que recordar, no podía olvidar ese día. Fuiste muy malo jugando. Apenas pudiste
recoger dos muñecos.
- Lo recuerdo como si fuera ayer. Fue un
pésimo día para mí.
- Lo bueno es que hoy no vamos a jugar
nada, lo digo para que no tengas otro pésimo día. Además, aquí no se puede
jugar. Cuando mi hermana Paola viene nos toca dejarla en la hemeroteca porque
no me deja leer. Ella es muy inquieta.
- ¿Paola? ¿Ella dónde está?
- En San Juan, está con Vivi y mi papá
en la finca de mis abuelos.
- ¿Y tú por qué no estás allá?
- Porque hoy era mi último día antes de
entrar a vacaciones, y le dije a mi mamá que nos fuéramos hoy y ella me dijo
que ya estaba muy tarde y que era mejor mañana. Yo me puse bravo y me vine para
acá para ver si se me pasa el día rápido.
- ¿Y tu mamá te trajo?
- No, nosotros vivimos aquí cerquita. Mi
mamá solo me preguntó que si iba para la biblioteca. Yo le dije que sí. Casi
siempre que me aburro en la casa vengo aquí.
- ¿Y por qué tu papá y tus hermanas
están en la finca de tus abuelos?
- Porque mañana Paola cumple 4 años.
Todos le dicen que ya está grande, pero eso es mentira. Aún es una niña.
- ¿No te gusta que le digan que está
grande?
- No porque ella se lo cree y luego no
querrá estar conmigo. Ella es muy divertida y me gusta jugar con ella. Además,
son solo cuatro años. Mis abuelos tienen más de 50, eso si es estar grande.
- Cuando Vivi cumpla los 4 años también
le dirán eso. Los adultos le dicen eso a los niños para que ellos se emocionen
por sus cumpleaños, no olvides que ese es el día en el que nacieron.
- Sí, pero 4 años no son mucho.
- ¿Y qué le dirás cuando tu hermana esté
cerca de cumplir 18? ¿Ya dirás que está grande?
- Puede que sí, pero para eso falta
mucho.
- Es cierto.
- No puedo esperar irme a San Juan.
Allá, en la finca de mis abuelos, hace mucho calor, pero uno se divierte mucho.
Acompañamos a mi abuelo a ordeñar, cogemos los huevos de las gallinas, ayudamos
a mi abuela a pelar maíz, bueno, Vivi no puede, ella se la pasa corriendo
detrás de los pollitos.
- Veo que te gusta ir allá.
- Sí, además de estar con mis hermanas,
mis papás y mis abuelos, me gusta ir porque allá siempre veo bonitos paisajes.
Desde allá se puede ver el río Magdalena y algunos nevados. Mi papá me contó
que cuando pasó lo de Armero, en la finca de mi abuelo cayó cenizas. ¡Qué
miedo!
- Por lo que me cuentas, de verdad te
gusta ir allá.
- Siempre me ha gustado. Allá todo es
diferente: el aire se siente más caliente y rico. Casi no hay televisores, en
algunas fincas incluso no hay baños. A uno le toca ir al campo. Hay muchos
animales y el viento suena muy bonito. ¿Cómo no me va a gustar ir?
- Como me gustaría ver todo lo que me
dices y de la manera cómo lo ves.
- Aquí en la biblioteca hay un libro
sobre Colombia. Cuando hablan de Cundinamarca mencionan todos los municipios.
Hay una foto que se supone la sacaron de San Juan. ¿La quieres ver?
- Claro, me encantaría.
- Ya te traigo el libro. Sé dónde está.
- ¿Te ayudo en algo o solo espero acá?
- ¿Me ayudarías a traerlo? Es que es un
libro muy pesado.
Luego de
encontrarlo, llevarlo a una mesa y buscar la foto, los dos contemplan
maravillados la imagen:
Tercer
quinquenio: dudas, más dudas y solo dudas.
- Hace años que no te veía. Has crecido
mucho. Ya debes estar cerca de los 16 años.
- Sí, pero ¿quién es usted?
- No me sorprende que no me recuerdes.
Debes tener la cabeza en otro lado. La última vez que nos vimos nos
entretuvimos con un libro sobre Colombia.
- No lo recuerdo muy bien. Era cuando no
me había dado cuenta de que la vida era una mierda.
- Wow, apenas tienes 15 años para decir
eso. Recuerdo también que ese día dijiste que tus abuelos sí eran grandes
porque tenían más de 50 y tú apenas con 15 años crees saber que la vida es una
mierda.
- ¿Acaso no es así? Por lo que veo, ya
has vivido lo suficiente como para que no te hayas dado cuenta de eso.
- Pues sí, ya me di cuenta, pero no me
pongo a quejarme y a decirlo a diestra y siniestra. A veces decir lo obvio, lo
vuelve más obvio. Aunque creo que puedo adivinar porque estás así.
- A que no. Por ahí dirás que son
problemas de la adolescencia: eso es obvio. Debías escuchar lo que dices.
- Hoy peleaste con Diana. No sabes muy
bien porque fue. Estaban hablando de la relación que ella tiene con Dayron, le
dijiste que no fuera tan boba y ahí comenzó todo.
- ¿Cómo putas sabes eso?
- Si te digo, no me creerás. Por el
momento diré que me lo dijo alguien cercano a los dos. Lo importante es que
efectivamente es eso. Yo sé que lo que te voy a decir no lo entenderás aún,
pero eso son pequeñeces. Esas peleas pasan todo el tiempo, y más entre personas
que comparten mucho de su vida.
- No quiero hablar con nadie. Siempre me
dicen las mismas cosas: ‘ten paciencia, cuando los dos estén más tranquilos
todo se solucionará. A mí esas palabras no me dicen nada.
- Sabes que es lo peor, esas palabras
las dirás en el futuro. Y se las dirás a muchas personas que quieres.
- Espero que no sea así. Y tengo afán,
quiero irme a casa.
- No es cierto. No tienes afán y no
quieres ir a tu casa. Si en el colegio sientes que no puedes ser sincero, en tu
casa menos. Allá no hablas con tus papás y crees que tus hermanas no te
entenderán.
- Ya me estoy asuntando ¿cómo sabes todo
eso?
- Piensa en aquellas personas que sí
saben eso, tal vez ahí está la respuesta de por qué sé todo esto.
- ¿Diana te contó? Pero si apenas
salimos hace poco del colegio. Ya sé, fue Florez. Pero yo confío mucho en él.
- Si ves, te concentras en los detalles.
A veces los detalles no dicen mucho. Lo importante es que no sabes cómo lidiar
con esas dos situaciones. Te abrumas. Me dijiste que siempre te dicen las
mismas cosas. Te prometo que, si haces las preguntas adecuadas, yo te diré
cosas que nadie te ha dicho.
- Si te soy sincero, de verdad no quiero
hablar con nadie. Pero tampoco desaprovecharé la oportunidad. Solo te haré dos
preguntas. ¿Trato hecho?
- Dale, solo con una condición. Esa tula
que llevas, no la tires. Será una gran compañía. Espero que la tengas cuando
nos volvamos a ver.
- No entiendo esa condición, pero la
acepto.
- Entonces, pregúntame.
- Estoy entre la espada y la pared.
Quiero decir muchas cosas, pero me he dado cuenta que muchas veces me ha traído
problemas. ¿Sigo siendo sincero o es mejor callar en algunas situaciones?
- La sinceridad es tanto para cobardes
como para valientes. A nadie le gusta escuchar cosas que le duela, pero a todos
nos gusta decir cosas que lastiman. Tú no estás alejado de esto. Claro que
puedes cambiar esto, pero siempre habrá dolor. Ahora lo que tienes que hacer es
saber lidiar con tu dolor y reconocer la condena que tenemos al ser seres de
palabra y de silencios.
- ¿Qué? No te entendí muy bien. ¿Sigo siendo
sincero o no?
- ¿Quieres solo que te diga sí o no? Eso
es lo que muchos te dirán. Yo te prometí que te iba a responder con cosas que
nadie te había dicho. Para mí, la pregunta no es si sigues siendo sincero o no,
sino si realmente estás dispuesto a soportar tanto la carga de la sinceridad
como la del silencio.
- Definitivamente no te entiendo. Mejor
dejemos las cosas así. Me voy.
- Igual hiciste las dos preguntas. Eres
un hombre de palabra. Te felicito.
- Si tú lo dices. Adiós.
- No olvides la condición: no pierdas
esa tula, será una gran compañía.
Han pasado
casi 10 años y esa tula sigue guardando conversaciones extrañas.
Cuarto
quinquenio: amor canino
- ¿Cómo se llama tu perro?
- No he olvidado lo que me dijiste hace
más de 5 años. Te anuncio que decidí estudiar filosofía. Aún no te entiendo muy
bien, pero al menos me he acercado más tanto al dolor como a las palabras.
- Sabía que ibas a tomar ese camino. Te
debió ser difícil aceptarlo, pero no pudiste aguantar la tentación. El miedo a
ser ignorante siempre te ha asustado más que tener una vida infeliz.
- Pues mejor descripción no puedo hacer.
Aunque no niego el carácter liberador que significa asumir a veces una postura
estoica.
- ‘Postura estoica’ ¿Qué palabras son
esas? No puedo creer que seas la misma persona que hace un par de años me dijo
que la vida era una mierda.
- A mí también me sorprende. No hace
mucho descubrí que a veces sufrimos porque lo queremos. Obviamente no
conscientemente, pero tampoco hacemos mucho para percatarnos que no es tan
grave como parece.
- Has cambiado mucho, aunque tienes esa
misma aura que tenías de niño. ¿Aún sigues diciendo pies cuando estás con tu
mamá y pies cuando no?
- Tengo que aceptar que sí. Siempre lo
tengo que pensar dos veces cuando estoy hablando con mi mamá. Es muy gracioso
cuando no lo pienso. Mi mamá ya no me corrige, pero me lanza una mirada
desafiante.
- Así es ella, el silencio es una de sus
grandes virtudes.
- Ah, por cierto. Se llama Coqui.
- ¿Cuántos años tiene?
- Tiene 8 años. Hablando de estoicismo,
ese perro es uno de ellos. Parece que sabe muy bien qué está bajo su control y
que no. Mejor compañía canina no pude haber tenido.
- Eres muy afortunado de convivir así
con él. De seguro los dos se necesitan.
- Yo sí necesito de él, pero no sé si él
de mí. Pero eso no me importa: mi amor a él es un idilio. No necesito pedirle
nada.
- De seguro él de alguna manera te
muestra cariño.
- Sí, con indiferencia. Pero por eso me
encanta.
- Es una manera extraña de esperar
cariño.
- Entre humanos, sí. Pero entre un
hombre y un perro, las cosas cambian. Hay enseñanzas que se aprenden en el
silencio. Coqui es aquel que me ha enseñado en el silencio.
Ya no hubo
más palabras, solo se escuchaban, esporádicamente, los ladridos de ese Beagle
indiferente.
Quinto
quinquenio: un mensajero divino.
- Hola, esta vez llegué un año antes.
- ¿Qué? ¿Por qué dices eso?
- ¿No te habías dado cuenta que siempre
aparezco en tu vida cada 5 años?
- Oye, sí. Qué estúpido puedo llegar a
ser a veces.
- Eso es muy cierto.
- ¿Y por qué esta vez no esperaste los 5
años?
- Por capricho. Quería saber cómo te va
con Gabriel.
- Ese chinito sacó el mismo genio que
Karol. Mamá e hijo condenados al mal genio.
- Tú tampoco te quedas atrás. No niegues
eso. Pero dime más de cómo te va con Gabriel.
- Pues el nombre de él puede a describir
brevemente lo que ha sido. Desde su nacimiento, ha sido el mensajero de dios.
Gracias a él he accedido a emociones, pensamientos y preguntas que se acercan
mucho a preocupaciones divinas. Antes de ser padre, vivía para mí, ahora me
preocupo por la inmortalidad. Antes de ser padre, buscaba cosas que solo me
agradaban a mí, ahora intento hallar resquicios de sabiduría. Antes de ser
padre, deseaba vivir, ahora deseo convivir. Ya son dos años en esa travesía y
desde que comenzó siento que he puesto en jaque a mi memoria. Ella intenta
desesperadamente alejarse de algunos recuerdos para darle espacio a Gabriel,
pero la obligo a desistir. Esos recuerdos no pueden ser olvidados, Gabriel debe
conocer a su padre para que, si en un momento llega a usar su trompeta, lo haga
anunciando que los muertos no han sido olvidados. Los recuerdos perecerán en
ese llamado de memoria.
- Te juro que esos recuerdos aún
persisten en el…
Epitafio en vida:
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